«Muchos músicos componen las series armónicas con simples proporciones aritméticas entre sus componentes. El Universo entero es una fórmula matemática, y nuestra realidad no es más que una ilusión formada por la experiencia de los sentidos».
Al montarse en el taxi se sorprende a sí mismo dando la dirección de Ángel. No quiere volver a casa. La acción es arriesgada porque no sabe lo que puede encontrarse. Ya es mediodía, pero es domingo… Y con la excusa del viaje y la desconexión lleva una semana sin hablar con él.
Le dice al taxista que pare un poco antes de llegar para comprar una botella de vino, en una tienda pequeña que mantiene toda la esencia de los 90. Muchas excursiones se habían hecho allí durante los afters en casa de Ángel a por todo tipo de suministros, pero sobre todo hielos. Emilia siempre estaba allí sola, sonriente, como un ente perenne. Allí sigue, y al verle remarca aún más su sonrisa y le añade un “bienvenido”. Elige un Albariño con la esperanza de que su sabor le mantenga un poco más conectado con la esencia del pueblo, y hace el resto del camino a pie. Su mente flota sobre sus pasos relajada, observando cada detalle.
Al acercarse a la entrada puede escuchar el eco de la música, parece que está movida la cosa dentro, aunque no es techno, ni electrónica, es… ¿pop? Llama al timbre dubitativo y expectante, y poco tarda en abrirse la puerta. Detrás está Ángel, en chándal, con la respiración agitada, tan alegre como sorprendido.
– ¡Coño el galleguiño! ¿Has venido por sorpresa? ¡Además traes vino! ¿Vas a dejarme?
Sonríe y se acerca para darle un abrazo. Ángel no deja de sonreír como un niño, inquieto.
– ¿Estabas haciendo deporte un domingo? Porque eso sí que es una sorpresa…
– Qué va tío, estaba de zafarrancho. Le he dado la vuelta al salón, venga pasa, a ver qué te parece.
El salón de Ángel tiene un tamaño considerable en proporción con la casa. Y si le sumas la terraza, queda un espacio muy amplio para distribuir todos sus rincones hedonistas. El equipo de música, el minibar, la pantalla de plasma, la colección de consolas, el sillón gigantesco, la hamaca, los pufs y la vitrina colmada de estrambóticos souvenirs relacionados con creencias religiosas o mitos de diferentes culturas. Por la terraza entra una bruma de luz natural que se distribuye por todo el espacio.
– Te ha quedado genial, parece obra de un decorador. Y veo que te has aficionado a las plantas.
– Sí tío, un día trajo una orquídea Fati y me daba penilla verla tan solita así que fui adoptando más. Y cada una le aporta sus propiedades al ambiente. Fuera también hay, sobre todo aromáticas.
– Sí… lo reconozco, tú ganas la batalla de las sorpresas, jajaja. Supongo que esperaba encontrarme otra estampa en tu casa un domingo, no algo tan idílico como un salón recién colocado y un jardín lleno de plantas con propiedades.
– Si es que no terminas de conocerme, Vic. Yo soy un tío muy sensible, no solo un personaje mundano de la noche.
– Eres la persona con la que comparto todos mis proyectos, ¿crees que lo haría si pensara que eres solo un personaje mundano de la noche?
– Sí, pero eso es trabajo, y bueno para llevar los proyectos hasta la realidad siempre viene bien una dosis de mundanidad.
– No es solo trabajo, es amistad.
– Ya lo sé Vic, somos amigos, claro, pero siempre te mantienes a distancia.
– ¿A distancia de qué?
– De mí… Bueno en realidad un poco de todo.
– ¿Eso crees?
– Bueno, no te ofendas… No estoy enfadado ni nada por el estilo. Solo es una sensación, en realidad la tengo desde siempre, pero últimamente se ha hecho más fuerte.
– Sí, puede que haya estado un poco… ausente, o distante si lo quieres decir así. Pero no es por ti, es solo una etapa personal.
– Sí ya sé que estás atravesando una etapa compleja, desde que se fue Lucía, aunque nunca quieras hablar del tema. Porque los amigos hablan, hablan de lo que les pasa, de cómo se sienten. A eso me refiero… Pero no quiero que te sientas obligado a nada, no tienes por qué no contarme nada que no quieras, no sé ni por qué te lo he dicho.
– No Ángel, tienes razón. No es que haya estado distante, es que he estado encerrado. Encerrado en mí mismo y en la nada. Sin querer comprender, ni sentir, ni pensar… ni hablar. Sin avanzar.
– Bueno no sé, yo creo que sí has avanzado. Estás aquí, y vas a darme una noticia y a abrir ese vino ¿no?
– Claro amigo, vamos a brindar. No venía con intención de darte una noticia, de hecho no venía con ninguna intención, pero quizá pueda darte una.
Se acomodan en el rincón zen pegados a la terraza, con la copa de vino en mano y una playlist de música ambient sonando en el equipo.
– He terminado la canción.
– Jeje, enhorabuena tío, se ha hecho esperar pero sé que es algo importante para ti. ¿La has traído?
– No… ni si quiera la he escuchado.
– ¿Cómo?
– Bueno, tengo la certeza de haberla terminado, pero ni siquiera la recuerdo, es como si no la hubiera escuchado.
– Vale… No entiendo nada de nada, quizá no soy tan sensible como me creo, jajaja.
– Es que es una locura… Ayer estuve muchas horas en el estudio, aunque fue un suspiro, estaba en una especie de trance y terminé la canción, o eso creo.
– ¿Qué habías tomado?
– Nada. Acaba de llegar de viaje y al llegar a casa percibía todo de forma extraña. Me puse a reorganizar el estudio, como tú con tu salón, pero con peores resultados, sin duda. El caso es que estuve escuchando música clásica mientras lo revolvía todo y después… Se creó un agujero en el espacio tiempo, me metí en él, y volví con mi canción.
– ¿Y hoy de vuelta al planeta tierra no la has escuchado?
– No…
– ¿Te da miedo?
– Sí. Me da miedo dejar de sentir que la he terminado, que ya existe. Me da miedo que se cruce mi mente, que lo estropee todo.
– ¿Y por qué iba a suceder eso?
– Porque no ha sido algo racional. Porque no tengo una explicación, ni una estructura. Porque solo recuerdo que para empezar lo borré todo. Así que solo está esa canción o el abismo. Y no puedo decirte nada sobre ella. Y quizá lo haya soñado todo. Y prefiero brindar antes de despertar.
– Pues brindemos, amigo, porque estoy seguro de que la canción será perfecta.
Acompañan el vino con unas raciones “de autor” preparadas combinando los diferentes ingredientes exóticos que Ángel almacena en la cocina. Después, pasan por el minibar para confeccionar un par de Gin-Tonic frutales.
-¿Cómo es que Fati no te acompaña en una jornada dominical tan gustosa?
– Bueno, estamos respirando un poco. Un poco de aire, un poco de espacio.
– ¿No van bien las cosas últimamente?
– Van bien sí. Pero ya está, solo eso. Solo van bien. Y ella es joven, busca vivir sus emociones, algo más de agitación, ya sabes. Yo a veces necesito otro ritmo, otras melodías en mi mente. Nos queremos mucho y nos llevamos bien, pero ninguna relación es perfecta.
– ¿Por qué crees que no?
– Porque nada es perfecto… las personas somos imperfectas por naturaleza.
– Antes has dicho que estabas seguro de que mi canción es perfecta.
– Es una forma de hablar… Pero sí puede serlo, perfecta para ti, para este proyecto, para esta ocasión. Al final la perfección es subjetiva.
– Entonces… ¿no puede existir una melodía perfecta?
– Igual si no la crea un ser humano sí… Quién sabe, podría existir en otro lugar del Universo. ¿Eso es lo que estás buscando? ¿Quieres crear la melodía perfecta? Dicen que el perfeccionismo puede ser el peor de los defectos. Pero bueno, lo tenían muchos de los grandes artistas de la historia. Aunque seguro que vivían bastante frustrados. Porque nunca estaban del todo satisfechos con su obra, nunca es perfecta, aunque así se lo parezca a otros.
– Bueno yo no aspiro a ser uno de los grandes artistas de la historia… Ni tampoco a crear la melodía perfecta. Quizá solo aspiro a estar satisfecho con mi obra.
– ¿Y qué necesitas para estar satisfecho? Porque sé que no es una cuestión de feedbacks… Siempre rehúyes de tus hits.
– Que sea perfecta. Jajaja.
La tarde transcurre animada y remember, con copa en mano alternando temas míticos de la juventud con algunos de esos viejos éxitos que dibujaron su personaje en la escena, canciones muy vivas en su nacimiento que poco a poco fueron llenándose de polvo y cenizas de lo que fueron y no llegaron a ser. Se mezclan recuerdos y anhelos, sensaciones enterradas que saben a pérdida, esa pasión por la vida, por la música, por el amor, que un día se fue sin avisar.
– ¿Y qué sentido tiene entonces?
– ¿Te refieres a la música?
– Me refiero a la vida, y a la música, porque en el fondo es lo mismo. O a una vida sin música. En realidad no sé qué me refiero.
– Pero si algo hay en tu vida precisamente es música.
– Ya solo escucho ruido...
– Pues ya sabes, deejay, conviértelo en techno.