fbpx

33 – Curuxa

«La gran virtud de la música es que puede acercar lo objetivo y lo subjetivo de la experiencia».

La estancia está totalmente iluminada, envuelta en una niebla cálida, que difumina los límites, no hay techo, ni paredes. Se siente bien, cómodo, relajado, sin cansancio ni pesadumbre. Ni frío, ni calor… No hay tacto, ni olor. Solo amor. Y el silencio… que vibra y que fluye, y que no es silencio.

Despierta, sin querer, e intenta recuperar la sensación del sueño, envolviéndose hasta la cabeza entre las sábanas. No lo consigue, pero la mezcla de la franela, la luz que se cuela por el enorme ventanal y el olor a café se convierte en un buen aliciente. Al ponerse en pie nota el cuerpo relajado y la cabeza tibia. Y en el espejo, su mirada tiene ganas de contar cosas.

Mientras baja por la escalera de caracol descubre un sonido de fondo que poco a poco empieza a bailar con sus emociones… La 40 de Mozart, cómo no, edulcorada con el canturreo de su Ma. Las voces de los mellizos resuenan en el patio, y en la mesa quedan restos de unos suculentos desayunos.

Parece que has dormido bien hoy, hermano.

Meira aparece avanzando despacito con una taza grande bien llena de café; un café muy distinto a los que suelen habitar sus despertares, con aroma a hogar y color marrón tierra.

– Este es para ti, y creo que las fieras han dejado un poco de ensaimada.

– Muchas gracias Mei, la verdad es que se me han pegado un poco las sábanas.

– Bueno estás de vacaciones, y las 11 es una bonita hora para bajar al mundo. Yo te acompaño con una infusión.

– Huele muy bien.

– Sí es una mezcla curiosa, Lúa dejó una bolsa grande ayer, la trajo del herbolario de Cintia.

– Tenía ganas de verte, ya dije que andabas con Helena, ¿qué tal pasasteis el día?

– Muy entretenido, ya sabes con Helen nunca te aburres. Y teníamos muchas cosas de que hablar.

– Ya me imagino, ¿y dónde estuvisteis?

– Nos quedamos por la zona, paseando, y bueno descubriendo algunos lugares nuevos…

– ¿Ah, sí?

– Sí… quizá algún día te lleve, si te portas bien.

En realidad tiene ganas de contarle a su hermana el encuentro con la Meiga, porque no se le ocurre otro título para referirse a Leire, de expresar su vivencia y escuchar su opinión, pero solo se atreve a sonreírle a la ventana, suficiente para la mirada perspicaz de su hermana, que también sonríe, aunque deja que el silencio baile con la melodía de la mañana.

El ritmo se acelera cuando Aurora entra por la puerta, vigorosa, abundante.

Qué vivo está el pueblo y qué caprichoso el tiempo. Pasé calor y se mojaron las verduras. Y se me rizó el pelo, y no llevé para el moño. Y como salió el sol estaban todos en la Plaza. Y así tuve que saludarles, uno a uno, incluyendo a Ramón que hace lo menos 20 años que no lo veía, desde que marchó a Barcelona. Y me reconoció, no dudó ni un momento carallo, y el muy galán venga a decir que no cambié.

– Vaya, vaya, Ma… Sigues conquistando a los mozuelos eh, jajaja.

– Y, además, esta noche vino a verme a curuxa.

– ¿Una lechuza? – Mira a Meira pero ella se mantiene quieta, en silencio, aunque sus ojos se expanden al oír mencionar la anécdota.

– Sí, ya vino otras veces, pero pasó mucho tiempo desde la última.

– ¿Te refieres a una lechuza en tu ventana?

– Sí, alguna noche de verano entró dentro también.

– ¿La lechuza?

– Sí Vic, la lechuza.- sentencia Mei.

– Vaya qué curioso. ¿Y siempre es la misma?

– Sí.

– ¿Cómo lo sabes?

– Porque nos conocemos.

– ¿Conoces a la lechuza?

– Claro Vic, conozco a esa curuxa como conozco a otros muchos seres aquí.

– Nunca me habías hablado de ella…

– Sí, lo hice. Dijiste que hacía mucho que habías dejado de creer en los cuentos.

– Vaya, lo siento Ma, ¿no es una metáfora entonces?

– No Vic, es una lechuza. – Vuelve a intervenir Mei

– Jajaja vale, vale, perdonen ustedes mi mundano escepticismo, no recuerdo haberle tenido consideración a aquella historia, que ahora me parece alucinante. A mi Ma viene a verla una amiga curuxa que aparece de vez en cuando en su ventana, a veces incluso pasa y se sienta un ratito. ¿Y tú mientras que haces, Ma?

– La miro, la siento, la escucho, y le cuento.

– ¿Y qué le cuentas?

– Las verdades de mi corazón.

– ¿Y qué le contaste ayer?

– Que está latiendo fuerte, porque le siento cerca. Que vivo en paz y en añoranza, y que velo por vuestros sueños. Que sé que es un momento importante para todos, para mí, para Mei, para ti, para él… Y que siento amor y agradecimiento.

El silencio se orquesta con la música de fondo para fundirse en un momento épico. De sus vísceras brotan lágrimas dulces que funden cualquier resistencia a su paso y se vuelven frescas al salir de sus ojos y acariciar el aire. Y sonríe, mientras la imagen de su Ma resplandece entre las gotas.

Aurora le mira, sorprendida y enternecida, y sonríe también, al ver que su pequeño vuelve a sentarse frente a ella, a sentir el latir de su corazón, cuando de un salto se cuelga de su cuello y la abraza.

1 comentario en “33 – Curuxa”

  1. «De sus vísceras brotan lágrimas dulces que funden cualquier resistencia a su paso y se vuelven frescas al salir de sus ojos y acariciar el aire»
    Me encanta 😍

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *