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38 – Dentro

«Los grandes músicos son los bendecidos con el don de traer a la tierra aquello que escucharon en mundos superiores».

El cielo es claro e incoloro, luminoso. Enfrente está el mar, sin olas, inmutable y perenne. Despacio pasea la vista por el horizonte hasta llegar al cabo, con su pequeño faro. Un poco más adentro, camuflada en la colina, está la casa. Es diferente… pero es su casa.

Puede sentir la vibración que le atrae. Y se deja llevar hasta la puerta. Ya no está la verja, y las ventanas están abiertas. Hay un susurro que se escapa, pero se diluye con el viento, aunque no hay viento. Quiere escucharlo, pero no puede. Quiere entrar, pero no sabe. Y le pide ayuda.

Y allí está él, a su espalda, a su derecha, y hay muchos más. Pero es él el que le toca en el pecho, y le enseña dónde guarda las llaves. La puerta se abre y le recibe el silencio. El más bello y reconfortante silencio. Y esa estancia cálida, sin paredes, ni techo, solo bruma. Y entre la bruma, otra puerta, que vibra y le atrae. Solo puede avanzar, bajar, y adentrarse de nuevo en la oscuridad.

Pero ahora puede ver, y puede escuchar… la más sublime melodía, impregnada en su interior. Hasta que explota el bombo, y una vez más, lo fulmina todo.

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