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42 – El Caos

«Y entonces esa alma, desvestida de la energía que le fue conferida por la armonía y enfundada en su propio poder, entra en la octava esfera».

Ángel se escabulle sin avisar hacia la barra, una ronda más, ya han perdido la cuenta. La sala está bastante llena y agitada, pero la oscuridad preserva la intimidad en la pista. Y entonces un bombo deja paso al silencio. La tensión queda sostenida entre todos los cuerpos danzantes, hasta que comienza a convertirse de nuevo en sonido. Un sonido esencial, expansivo, latente.

Intenta enfocar la cabina pero hay un flash que destellea la escena. Ya no está el chaval de la gorra, solo se distingue una figura con una especie de capa o sudadera con capucha. La pantalla de efectos visuales está totalmente negra, salvo un punto luminoso en el centro que parece girar y expandirse. El público parece haberse quedado paralizado, totalmente conectado a la corriente sonora, y no baila… vibra.

Joder. Es ella, ¿pero quién es ella? La chica de la capucha, la que le persigue. Eso no tiene ningún sentido. Nadie le está persiguiendo. Se está volviendo loco. O está drogado, en un trance psicótico. Solo es una fiesta, música, techno, oscuridad. Oscuridad…

Se vuelve buscando a su Ángel para que le devuelva a la tierra pero se encuentra de frente con Ariadne. Intenta encontrar sus ojos entre los flashes.

– Y tú, ¿sabes la respuesta?

– ¿La respuesta?

– Sí, la respuesta a tu pregunta. Sobre el techno y la oscuridad.

– Yo sé cuál es mi respuesta. Supongo que hay tantas como personas en el mundo.

– ¿Y no la vas a compartir conmigo?

– Solo tienes que preguntar… Pero elige bien tus preguntas, no es tan sencillo.

Juguetona y poderosa. Y extremadamente extraña, Ángel tenía razón.

– ¿Por qué te atrae el techno?

– El techno puede sumergirse en la oscuridad para hablar con el alma…

– ¿Sobre qué?

– Sobre la experiencia que tuvo cuando decidió venir a la tierra, y se separó de la luz.

– ¿Para qué?

– Para recordarle su misión, su propósito.

No hay más preguntas, señoría. Solo silencio astral entre una enorme tormenta sonora, temblores, mareo, caos. Se pierde, e intenta aferrarse a la luz, pero no la encuentra. Ariadne y NinFa ya no están, solo están una con la otra, fundidas, conectadas, abrazadas.

Él está solo, frente a ella… es ella. La siente. Y la sigue, a través de esa esfera blanca, y despega. Sube, se eleva, y la encuentra. La respuesta, la armonía, la consciencia. La melodía. Y comprende.

Y salta, se arroja al vacío, se entrega y desciende. Los sonidos pesan, la vibración se hace densa, y desciende. Retumba cada bombo en sus entrañas, destellan los matices en el centro de su frente. Y desciende.

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