fbpx

44 – El Mundo

«La música especulativa busca solucionar los enigmas metafísicos del ser humano a través de la música».

Ahí están, como dos tótems, que le observan de frente. Uno encima de cada ojo, y mire a donde mire, los ve. Da igual que gire la cabeza, que abra o cierre los ojos. La canción y el homenaje, vestidos de anhelos y tormentos, confabulando, acechándole, retándole a rendirse.

O no. O solo le invitan a acercarse, admirarlos, abrazarlos y recibir toda su energía. Porque ya están ahí, frente a él, con él. En este momento, en este punto, no hay nada que hacer, nada que estructurar, nada que repasar, nada que terminar. Nada tan perfecto como la ausencia total de precisión… Ya existe la canción, la canción que se hizo a sí misma y que tan solo espera a ser escuchada con el corazón. Su melodía perfecta, el mejor homenaje, aunque solo él pueda comprenderlo.

Y las dudas, las eternas dudas que señalan al impostor. Las que cuentan que nada de esto tiene sentido, que es solo una huida, una locura, una ensoñación. Las que señalan a una realidad impositiva, de trabajo, esfuerzo y dedicación. Las que dibujan a un genio que baila con las musas mientras pinta sonidos del cielo, y se burlan del pobre loco que delira sentado en una habitación, que transita las noches oscuras, se disfraza de músico, y se esconde detrás de una canción.

Y un cactus, observándolo todo. Y el móvil, que perdido en algún rincón lleva un largo rato vibrando. El mayor implante que se ha realizado en los seres humanos, una extensión del campo energético. Pero no es gratis, también consume combustible, sobre todo tiempo y libertad.

El maldito móvil al que siempre le gusta esconderse, desafiar su capacidad de atención para escabullirse en cuanto se distrae. Es la única explicación posible, y solo tiene que dársela a sí mismo. Esta vez ha elegido como escondite el sofá, debajo de lo que ya empieza a ser un pequeño montón de prendas.

Joder, 5 llamadas perdidas. Dos de Meira, Enrique, Helena, Ángel. Oh Dios, qué ha pasado. Ma, no , no, no… Le tiemblan los dedos mientras piensa a quién llamar primero.

– ¡Vic! – ¡Mei! Joder ¿que pasó?, ¿dónde estás?, ¿dónde está ella?

– ¿Ella?

– Sí, joder, ¡no me digas que ya no está!

– Vic…

– No entiendo nada

– Ni yo tampoco. A ver hermano, ¿quién no está?, ¿Lucía?

– ¡No! Claro que no, ella no está. Me refiero a mamá, ¿qué ha pasado?

– Mamá está en casa Vic, la cuestión es dónde tiene que estar.

– O estáis todas locas, o yo me he vuelto loco. ¿Dónde tiene que estar mamá? ¿Qué le ha pasado?

– Estoy de acuerdo contigo en que se te va un poquito la pinza, hermano. A Ma no le ha pasado nada, nada que no nos vaya a pasar a todos, que en breves nos van a encerrar y ella lo tiene claro.

– Pero ¿cómo que nos van a encerrar? ¿Tú te oyes, hermana? ¿Y qué es lo que Ma tiene tan claro?

– ¿Has visto cómo están las cosas en Italia?

– Joder. Vale, ¿es por la epidemia china?, ¿hablamos de eso?, ¿me habéis llamado todos por eso?

– ¿Te parece poco motivo para llamar a un hermano el hecho de que haya una pandemia mundial y que nuestra madre se vaya ir al pueblo? Porque tengo más. Es muy posible que tengamos que cancelar algo importante para nosotros.

– Claro Mei, es solo que me había asustado, asustado de verdad, pensé que le había pasado algo grave a Ma.

– Ya… ¿Pero tú dónde has estado metido estos días? ¿En una cueva?

Una cueva, buena manera de describirlo… Una cueva mental, emocional, espiritual. O más bien una nave, que por fin parece haber despegado, para aterrizar de lleno en una pandemia mundial. ¿Y qué significa eso? Quizá Mei está un poco nerviosa por el homenaje, siempre ha sido un polvorín emocional aunque parezca tan templada, tan segura de sí misma. ¿Encerrarles en sus casas? Joder maldito alarmismo mediático, vuelve locas a las personas. Pobre Ma, claro, estará asustadísima, y él una vez más ausente, metido en su nave.

Apenas 20 min después ya está frente a la puerta. Ese umbral que ha atravesado tantas veces, para salir al mundo, para volver al hogar. Una puerta cerrada frente a la que se queda inmóvil, secuestrado por el momento. Hasta que se abre.

– ¡Vic!

Aurora también se queda clavada, pero solo durante un segundo. Después usa sus poderes para hacerse enorme y abrazarle con todo su ser.

– Ma… Estaba preocupado y vine.

– Y hambriento también por lo que veo…

– ¿Por qué?, ¿tengo mal aspecto?

– No… aunque sí te veo distinto.

– ¿Distinto?

– Más brillante.

– Oh vaya, gracias Ma, me lo voy a tomar como un cumplido porque últimamente recibo pocos.

– Ya, a tu Ma la vas a engañar tú.

– Jajaja, no es mi intención, sabes que nunca supe.

Le sorprende ver los ademanes apacibles de Aurora mientras termina de remover el puchero y sirve los platos, canturreando, con Vivaldi de fondo.

– Hablé con Meira, me dijo que estabais nerviosas por la epidemia china y eso.

– ¿Eso te dijo?

– Sí… Bueno me comentó que pensáis que nos van a encerrar en casa y que tú quieres irte al pueblo.

– Sí.

– Pero Ma, ¿ahora? Ya sabes cómo es la tele, siempre lo magnifican todo, el alarmismo les da audiencia, y no dudan en utilizarlo. Es mejor estar tranquilos, a ver qué pasa ¿no? Además falta muy poco para el homenaje, podríamos irnos después, que ya irá haciendo mejor tiempo también.

– Vic, no lo entiendes. Yo no estoy nerviosa, aunque sí alerta. Hace tiempo que sé que va a pasar algo, algo que va a removerlo todo. Nuestra forma de vivir, de relacionarnos, incluso de estar. Y ya ha empezado. No tengo miedo pero sé dónde quiero estar. La libertad es uno de los bienes más preciados que tenemos hijo, ya sabes que yo aquí nunca he sido libre del todo, porque yo para ser libre necesito cultivar mi comida, andar descalza y, si no es mucho pedir, bañarme en el mar desnuda bajo la lluvia.

– Lo sé Ma, de verdad que lo sé. Sé las ganas que tienes de estar allí y lo entiendo, solo creo que igual ahora no es el momento; si de verdad se pone la cosa chunga, mejor estar juntos, ¿no?

– Sabes que yo siempre estoy y estaré a vuestro lado pero que vivamos en la misma ciudad no significa que estemos juntos o que vayamos a poder estarlo. A no ser que quieras venirte al pueblo, cosa que también sé que no va a pasar.

– ¿Por qué Ma? Yo estoy encantado de ir contigo al pueblo y pasar unos días, pero pensé que lo haríamos después del homenaje. Yo necesito preparar un poco la agenda para poder escaparme.

– Sigues sin entender, hijo, es normal, lleva su tiempo. No hay nada de lo que te puedas escapar, o mejor dicho, de todo. En cualquier caso no será de rutina, sino al revés.

– Tienes razón Ma, no entiendo… Lo intento pero no entiendo. ¿Y qué pasa con el homenaje?

– Eso de lo que tanto intentabas escapar, ahora es de las cosas que más importan, ¿verdad?

– Verdad, Ma…

– Entonces empiezas a entender. Cuando el homenaje se celebre yo estaré contigo, con vosotros, con él. Pero me toca habitar mi vida, ocupar mi lugar.

Sabe que la batalla está perdida, o quizá ni siquiera hay batalla, solo un niño recibiendo lecciones que no entiende, una vez más. Así que disfruta de la comida y deja que el calorcito del caldo le temple la pena. Pero cuando termina, ese calorcito se va hasta sus ojos y los llena de lágrimas.

– Llora mi pequeño, porque llorar es magia, deja que fluya por tu cuerpo. Pero no te atormentes, ni te sientas solo, porque nunca lo has estado, y nunca lo estarás.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *