«Cada vez que Platón menciona un número, puede detectarse un oculto significado musical».
El tren sale dentro de algo menos de una hora y él ya está en el andén junto a su trolley. Meira lo ha conseguido. Como siempre, como todo. Su gran poder era conseguir. Entre muchos otros. Y la adora por eso, pero también lo detesta. Pero no puede hacer nada para cambiarlo, y no quiere. Porque ella es una catalizadora, y siempre consigue grandes cosas.
Nunca ha existido rivalidad entre ellos, siempre han sido muy complementarios, desde que compartieron espacio en la barriga de su Ma. Pero es cierto que a veces ella era como un espejo de todo lo que él no se atreve a mirar.
Así que una vez más, ahí está, rumbo al norte, a su norte, abnegado y contento, para qué negarlo. Allí ya están todos, Mei y las fieras, su Ma, y todo el séquito de primos y allegados del pueblo, claro. Y Helena… Qué ganas tiene de verla. Y de sorprenderla, por eso no le ha dicho nada, en un alarde sentimentaloide que sabe que le gustará. Solo espera que no esté aislada en alguno de sus retiros por los montes perdidos.
Mira el móvil para comprobar la hora, las 11.11, y duda de si lo que realmente está viendo es una notificación del whastapp de Helena.
Ya vienes… 😉
Joder. A veces le impresiona el nivel de casualidad que es capaz de manejar esta mujer. Se habrá encontrado a su hermana o a su Ma en el mercado, aunque llegaron ayer por la noche…
Bendita Bruja…
El viaje transcurre con su mirada clavada en el paisaje efímero que ofrece la ventanilla y la mente divagando entre todas las conversaciones que tiene que afrontar en las próximas horas, todas ellas protagonizadas por mujeres, cada cual más compleja.
Pero se pierde en una madeja de cuestiones abstractas y aterriza de golpe en la cabina del Luxury. Una especie de resaca emocional que no le apetece manejar, y que no comprende. Pero está ahí, latiendo y pidiendo paso…
Todo está bien, todo salió bien. La sorpresa del live, la novedad, la eficacia, los aplausos, los feedbacks. Incluso se ha notado el impacto en las redes sociales. Y los mensajes de análisis superfluos de Ángel que por supuesto tendrían que comentar en una de esas reuniones. Aunque no ha habido ningún comentario sobre el encuentro con el veneno ni con la NinFa, que resultó ser algo más que un maniquí de la industria, por lo que pudo comprobar en su sesión. Aunque se fue sin escuchar el final, no hizo falta, la chavala movía los hilos de la fiesta con mucha sensibilidad, y se lo pasaba realmente bien con la música, riendo, bailando y haciendo totalmente suya la pista.
Y por eso estaba el garito a reventar, porque la gente sale a pasárselo bien, el resto no importa. La música sí importa, claro, NinFa había hecho gala de una selección muy buena y mezclas atrevidas, con estilo, pero estaba claro que la música no era la protagonista, la protagonista era ella, y la música el canal por el que ella se proyectaba hacia la gente. Una energía alegre y curiosa, con mucha personalidad.
Pero él… ¿qué puede proyectar? Él siempre ha intentado crear cosas para el público, no compartir sus cosas con el público. Aunque esta vez algo ha sido distinto, algo ha surgido desde lo más profundo y se ha abierto paso a través de los bombos, tomando forma, textura y sonido, impactando en la realidad.
Esa voz femenina que en tantos viajes le ha acompañado vuelve a anunciarle que toca echarle cuentas al presente; “Próxima parada: Vigo”.