«El conocimiento de por qué las almas reciben las impresiones a través de los sonidos pertenece a lo más sutil de la ciencia de las revelaciones».
No recuerda la última vez que fue a un club sin aparecer en el flyer. Un domingo no hay discusión, solo pueden y deben ir al Hedoné.
Por el camino Ángel hace dos llamadas infructuosas y a la tercera consigue que Guille, uno de los camareros, avise a Corella para que les facilite el acceso. Aún así atraviesan una buena aglomeración de gente hasta llegar a la puerta, pero la sensación no le agobia en absoluto, le divierte. Benditos gin-tonics.
Nada más atravesar el umbral todo se vuelve oscuro, seductor, con muchas siluetas en movimiento que entre el humo y las escasas luces solo muestran su aura. Pero puede ver ese brillo en la mirada de Ángel.
Se acercan a la barra que hace lustros que Guille convirtió en su fuerte, aunque los años parezcan no pasearse por su cara, que sigue llena de nocturnidad y picardía. Será porque bebe de sangre muy fresca cada noche.
– Qué alegría veros, pareja. Y que sorpresa Vic, cuando has entrado me han preguntado un par que si actuabas hoy por sorpresa… se han quedado chafadillos cuando les he dicho que no, últimamente por aquí sobra moderneo y falta esencia, sabes.
– Gracias Guille, ya sabes que para mí siempre es un placer venir.
– Ya, suerte que aún dejan un poco de espacio para la épica. No creas que no me aburro, o a veces me asusto, con esos soniquetes que alguien ha decidido que son tendencia. Pero bueno hoy habéis venido a disfrutar, no os voy a agriar la noche con penas, además habéis elegido bien la noche, ¿habías escuchado antes a Kaos?
– Lo cierto es que no, ni siquiera sabía quién actúa hoy, ha sido un plan improvisado.
– Claro que sí, no puede ser siempre trabajo, también hay que recordar qué se siente entre las brumas de la pista, y escuchar cómo se las gastan las nuevas generaciones… ¿Qué queréis tomar?
Después del brindis se bebe casi media copa de tres tragos seguidos mientras observa la cabina. El tal Kaos debe ser el invitado, todavía sigue dando tumbos entre techno y tech-house Dani-D, el dj residente, un chaval que apenas pasaría de los 20, escondido bajo una gorra de enormes dimensiones.
– Venga anda, acompáñame a hacer la rueda de reconocimiento que un día es un día. Pronto volvemos a por otra.
Tras un cruce de miradas cómplices se aventura detrás de Ángel a las profundidades de la sala, dejándose mecer por los bombos y los bailes tempraneros. Los primeros encuentros se resuelven con palabras al vuelo y palmadas en la espalda hasta que Ángel se detiene por completo.
Es un grupo pequeño, todo chicas, en círculo, como si estuvieran bailando alrededor de una hoguera. Ángel se acerca directamente a una de ellas, que se mantiene en conexión con la danza del fuego hasta que le apoya la mano en el hombro.
Se vuelve despacio y seria, pero sonríe cuando cruzan la mirada. Es Ariadne, la periodista. Su coctelera mental se agita recordando esas preguntas sin respuesta, y su cerebro se empapa con los efectos del alcohol.
El saludo con Ángel se dilata lo suficiente como para recomponer el gesto y la planta, y preparar una entrada digna. Ella vuelve a sonreír sutilmente al mirarle y se acerca despacio.
– No sé si te acordarás de mí…
– Pues claro… Hace bien poco que estuviste removiendo mis entrañas con preguntas.
– ¡Vaya, qué contundente! Yo creo que el programa quedó muy bien, un poco light incluso, podría haber removido un poco más…
– ¿Ah sí? ¿Y qué más removerías? ¿Algún trauma de la infancia?, ¿una infidelidad?, ¿o un buen titular sacado de contexto criticando a la industria, a las nuevas generaciones, o a otro artista?
Se sorprende a sí mismo con su tono inquisitivo y su espontaneidad emocional.
– Mi trabajo es escribir sobre música, sobre su historia y sus historias…
– ¿Y hoy estás aquí por trabajo?
– Hoy escribo mi propia historia, como tú.
Ese temple tan profundo hace que su equilibrio se tambalee. Pero sonríe, y ella también, antes de reconectarse con el flujo de la danza. Con un giro sutil de pies Ariadne se coloca casi a su espalda, lo que instintivamente le hace avanzar un pequeño paso, y situarse casi en el centro del círculo. Ángel también está dentro, enganchado a los susurros de una de ellas, ajeno a las brasas que prenden bajo sus pies.
Todavía le quedan un par de tragos de copa a los que aferrarse, mientras intenta reconocer visualmente a las fuerzas contra las que se enfrenta. Además de la periodista, hay otras cuatro chicas más. Apenas puede ver cómo es la que susurra en el oído de Ángel. A su lado hay una pelirroja que parece tener el rostro difuminado tras un incesante contoneo de melena, y otra muy pequeñita que salta y salta sobre unas zapatillas fosforito. Y siente la presencia de la quinta a su espalda, junto a Ariadne, pero no se atreve a mirar, demasiado descarado. Y demasiado descortés por otro lado, quedarse en medio de un grupo sin decir nada.
Se da la vuelta, decidido a saludar, o a huir. Y de frente al flash solo ve el contorno de una presencia y unos enormes ojos clavados en él. No hay escapatoria. La figura se queda quieta, pero no está quieta, no baila… vibra.
Se siente totalmente desarmado, relajado, capturado por esa mirada. Y se entrega, y avanza hacia a ella dispuesto a comprender quién es, si se conocen, si se han visto antes, si tiene nombre o es solo una fantasía. Pero esa vieja e inoportuna mano amiga le coge por el hombro.
– Vic, ¿no saludas a NinFa?
Una descarga eléctrica se cuela desde su frente hasta las zapatillas. Espera haber entendido mal pero al darse la vuelta distingue su larga melena morada camuflada por un moño. Entre eso y que lleva una especie de túnica negra como atuendo no la había reconocido.
– Vaya, no me había dado cuenta de que eras tú, un placer verte de nuevo. ¿Actúas esta noche?
– No hoy no, pero la próxima vez que venga si quieres pido que me hagas el warm up de nuevo, me encantó la experiencia.
– Quién sabe, igual la próxima vez es al revés, a ver qué tal la experiencia.
Ella rompe a reír de esa manera tan pura e infantil. Una vez más no sabe si se está riendo de él o realmente sus ocurrencias le resultan tan graciosas. Pero ella ríe, y baila, y no le dice nada más… después de haberse tirado tanto rato hablado con Ángel.
Y ahí está, en el epicentro, y ya no puede escapar, solo bailar. Bailar y girar, y subir y bajar, no sabe de dónde ni hacia dónde, allí dentro no hay dimensiones. Pero nota un punto de fuga, una puerta abierta, una escapatoria. Una de las chicas ya no está, y el círculo se abre fluidamente hasta convertirse en una línea recta. Ángel y él se quedan delante, frente a la cabina, con la mirada libre, sintiendo cómo la energía se dispersa.
– Hemos hecho muy bien en venir tío, todo pasa por algo. Tengo novedades sobre el festival, parece que el Veneno ha movido algunas piezas. Por lo visto la chavala le estuvo dando el coñazo con la idea de que quería que tú actuaras antes que ella. No se qué rollo me ha contado del flujo energético, la luz, la oscuridad, seguro que es una frikie de Star Wars, como tú, el caso es que no sé cómo lo haces pero está encaprichada. Y una niña caprichosa que quiere algo sabe cómo conseguirlo, así que todo marcha.
– ¿Y cómo sabes que es una niña caprichosa?
– ¿Esa es tu pregunta después de lo que te acabo de contar? Jajaja, estás fatal, cada día me sorprendes más. Solo una niña caprichosa se teñiría el pelo de morado, pero eso da igual, como si es verde fosforito, lo importante es que tiene carisma. Y encima es monísima, y muy rara.
La verdad es que ahora mismo en su cabeza no caben más piezas, y el Veneno y el festival le dan totalmente igual. La borrachera le ayuda a no intentar disimularlo.
– Muy rara… Todas son muy raras.
– ¿Todas las mujeres dices?
– Sí, últimamente sí…
– ¿Te gusta alguna o qué? ¿La periodista? Parece que tenéis feeling… Aunque sí, también es un poco rara. Pero bueno a ti te gustan así ¿no?
– ¿Así cómo?
– Pues así… originales, como Lucía.
– Son demasiado difíciles de comprender, y eso nos separa.
– Yo creo que eso es precisamente lo que os unía. Otra cosa es que no lo supieras gestionar.
Se queda tieso, sorprendido por el puñetazo emocional que le acaba de dar Ángel sin avisar.
– ¿Eso crees?
– Bueno es más complejo, claro. Todo siempre es muy complejo, sobre todo con las originales. No caben en ningún estereotipo, ni en ninguna conclusión. Pero algo te hacía rechazar lo que más te gustaba de ella, seguramente solo fuera miedo a no comprenderlo. Y ella se fue, porque lo entendió, entendió que tenías que resolverlo tú, pero tú quizá estás empezando a entenderlo ahora.