«Durante la Ascesión, ¡oh, Señor!, temblaron los Demonios del aire. El coro de las estrellas inmortales enmudeció de asombro. El sonriente éter, sabio generador de la armonía, tañó la lira de siete cuerdas e interpretó un aire triunfal. Más tú, con las alas extendidas, irrumpiste a través de la azulada bóveda y reposaste en las esferas de pura Inteligencia: fuente de todo lo que es bueno, el cielo se llenó de Silencio».
– Tío, lo tenemos. Este año no se nos escapa, ya tenemos un pie dentro del cartel del festival Sinestesia. Y sin tonterías, caché completo y buena hora, voy a por todas, que ya nos toca. Solo tengo que dar el golpe definitivo el viernes en el Luxury, que me han soplado que El Veneno andará por allí. Por lo visto es uno de los padrinos de esa niña que lo está petando, NinFa, pincha justo después que tú, así coincidiré con él fijo. A ver si puedes poner un poquito de tu parte… ya sabes, decorar el espectáculo, y ganar puntos con la chica, si tienes oportunidad, que seguro que nos viene bien.
Traga saliva antes de contestar. Y de paso se traga ese sabor a yogur caducado que le produce esta conversación.
– Descuida, prepararé algo bueno, como siempre. Pero, ¿no estaba cerrado ya el cartel? Pensaba que ya había poco que hacer y que estábamos apuntando hacia otros eventos.
– Bueno tú confía en mí, por la vía oficial han pasado un poco de nosotros, pero ya sabes… Hay que meterse hasta la cocina, si no, no te dejan ni probar el plato. Por cierto, hablando de cocinar, ¿cómo llevas el tema para Odissey? A ver si se te va a pegar el arroz, que le estás dando muchas vueltas me parece a mí… Y vamos necesitando material para promocionar, que si no se estanca el flujo.
– Las cosas buenas llevan su tiempo, Ángel, estoy cansado de comida rápida. De todas formas no te preocupes que ya casi está listo, lo que pasa es que no he podido sacar mucho tiempo últimamente, he estado liado con algunos asuntos.
– Tú y tus asuntos secretos. Bueno recuerda que esta semana tenemos que reunirnos, y trazar líneas. Todavía me tienes que confirmar cuándo, por mí nos vemos hoy mismo.
– Hoy voy a apretar en el estudio, pero no te preocupes, busco el hueco y te digo.
– Ok… luego me dices, que se de bien.
Una vez más Ángel le escupe su dosis de realidad y le recuerda que ahí fuera el mundo sigue girando, y que la rueda no espera. A veces desearía que pasara de largo, que se fuera. Pero, en realidad, lo único que pasa es el tiempo, sobre todo cuando está dentro del estudio.
Nunca se ha dejado llevar por la prisa cuando se trata de producir, pero normalmente la mayor parte de las horas las consume perfeccionando la mezcla y las ecualizaciones, ya que la idea principal la traza de forma instintiva. Pero esta vez no encuentra ese hilo conductor al que dar forma.
Abre el proyecto, aprieta los labios comienza a manipular sonidos y frecuencias, con la promesa de dejarse llevar, aunque no sepa hacia dónde. Y mientras espera a la inspiración, intenta esquivar los pensamientos. Pensamientos furtivos sobre su agenda, sobre sus planes, sobre sus existencia. Sobre el próximo bolo, sobre la chiquilla que pinchará tras él, sobre el festival ese en el que al final no actuará y que, aunque en el fondo no quiere, a su ego le duele.
Pensamientos sin rumbo que se depositan sobre la piedra, la obsidiana negra, que le observa desde lo alto del monitor, y que le desafía con su magnetismo. Sacude la cabeza, y vuelve a posar la vista sobre el proyecto. Estira transiciones y suaviza algunos agudos, para que el latido del bombo se imponga. “Nadie mejor que el corazón para acallar a la mente”… Ojalá pudiera ecualizar también la voz de Lucía en los ecos del presente, aunque sabe que si se apagan sus susurros quizá, una vez más, solo le quede el silencio.
El silencio… Siempre perturbado por el latido del corazón, las pulsaciones que marcan la diferencia entre la vida y la muerte, entre lo material y lo etéreo. Solo cuando se apagan, se puede descubrir el verdadero sonido del silencio.
Sí, joder, por fin. Por fin estalla una idea en su cabeza, o quizá una certeza en la sinrazón. En su más pura esencia, en la inocencia donde nació su fascinación por la armonía de las esferas, por los orígenes místicos y mágicos de la música, embriagado por las palabras de su padre escritas en aquel cuaderno “olvidado”.