«Pitágoras evitaba desequilibrios en las costumbres de las gentes gracias a la música».
Esta noche tampoco hay cita oficial; después de los bolos navideños, la temporada todavía está arrancado motores y no hay mucho movimiento en la agenda. Aunque en el fondo se alegra, todavía resuenan en su mente los ecos del jueves, parece que la maquinaria ya no funciona igual, después de más de dos décadas, qué puede esperar…
Pero Ángel no ha dejado escapar ese hueco para organizar uno de los saraos que tanto le gustan, esta vez con la excusa de hacerle una fiesta sorpresa a su novia, a pesar de que su cumpleaños fue hace casi dos meses.
– Nunca es tarde si la dicha es buena tío, he alquilado una casa espectacular en la sierra, con chimenea y piscina cubierta. Marquitos se encarga de montar el equipo, solo tienes que traer tu maltrecha presencia y tu maleta. No puedes faltar, a Fati le encantan tus sesiones, no para de decírmelo. Siempre me regaña por no llevarla a los bolos, pero tío, trabajo es trabajo, ya sabes.
La imagen de los ojos saltones de Ángel asomándose al escote de sus presas nocturnas mientras les cuenta sus batallas con su boca pegada a la oreja pega tres saltos en su conciencia.
– Claro, no se pueden descuidar las relaciones públicas.
– Eso es tío, pero esta noche es para nosotros, para disfrutar, que últimamente tienes cara de acelga. Necesitas un poco de diversión, yo me encargo de que no te falte de nada. Y nada de apalancarte un par de horas en la cabina y luego escabullirte… Ya verás que materiales, pata negra.
Quizá todavía esté a tiempo de encontrar una buena excusa. Pero tiene que ser lo suficientemente consistente para soportar la presión persuasiva de Ángel, que puede prolongarse como un taladro sonando ininterrumpidamente durante horas. Y, al final, acabará cediendo, y habrá gastado una bala para nada, porque esa excusa quedará para siempre inhabilitada.
Así que decide rendirse antes de comenzar la batalla. Cuanto antes llegue, antes se podrá ir, sin que nadie pueda decir nada. Pero, ¿por qué le da tantas vueltas? Parece un adolescente, solo que a la inversa. Solo es una maldita fiesta. Pero de nuevo la edad parece golpearle en la cara.
Mientras espera su Cabify, se asoma por la ventana. Aún es pronto, pero ya está oscuro, apenas queda una fina capa de luz que se difumina tras los edificios. Se alegra, se siente más cómodo cuando la penumbra le acompaña.
Al llegar a la casa no se observa demasiado barullo, aunque sí percibe una especie de bruma sonora. La puerta se abre antes de que le de tiempo a llamar y casi sin que le de tiempo a mediar palabra la novia de Ángel se abalanza sobre él.
– ¡Vic! ¡Qué súper sorpresa!, ¡es genial, ¡sabía que vendrías!
– Entonces no es una sorpresa…
–Jajaja, qué gracioso eres, ¡gracias por venir! En serio ¡es súper genial!
Por un momento se arrepiente de haber pensado en la macabra idea de faltar a la cita. Quizá sea verdad que se esté convirtiendo en una especie de acelga sin sentimientos.
Al fondo de la sala distingue la espalda de Ángel, escoltado por un buen grupo de féminas. Todas las miradas se vuelven hacia él y comienza a sentirse intimidado. Igual lo de la excusa no era tan mala idea.
–Aquí está mi estrella – Oh, Dios… Como odia esa expresión.
–Hoy vengo vestido de ser terrestre, Ángel.
Una forzada carcajada se dispersa entre los miembros del grupo. Todas las manos están ocupadas entre copas, cigarros y móviles, pero la suyas están tan vacías como las de un niño aburrido sin juguetes, así que decide mover una en el aire con la esperanza de que un saludo general le salve del eterno proceso de las presentaciones, mientras apoya la otra en la espalda de Ángel para atenuar el tono altanero de su entrada es escena.
–Está genial la choza, ¿no? Buena fiesta se va a montar.
Ángel sonríe satisfecho. La verdad es que siempre se muestra muy entusiasta hacia cualquier pequeño gesto amistoso que le dedique. Siempre ha sido así, desde aquel lejano día que se cruzaron por primera vez en los camerinos del Febeer. Acababa de terminar su set de primera hora y ponía a buen recaudo su maleta antes de reunirse con el grupo de incondicionales que había ido a apoyarle, cuando Ángel comenzó a hablarle como si se conocieran de toda la vida.
– Brutal tío, la próxima vez deberían ponerte a cerrar. Yo si fuera tú se lo diría, sin remilgos, que para comerse la carne hay que ponerla en el asador. Además, aquí solo saben de cifras, no esperes que vayan a entender tu música. Solo cuentan entradas, copas y brazos en alto. Y tú puedes conseguir mucho de eso, pero no en la primera hora claro. Conozco a unos cuantos que después de años calentando pistas ha pasado directamente a calentar el sillón por no saber negociar el ascenso. Es como ir a todos los entrenamientos pero no jugar los partidos…
– Bueno, yo solo he pisado dos veces esta cabina, y la verdad que me parece una oportunidad importante, aunque espero que solo sea el principio, claro.
– Claro tío, yo conozco al hijo del Ballekas, no debe andar muy lejos de hecho. Si quieres hablo con él.
–Bueno, no sé… estaría bien, claro. Por cierto, ¿nos conocemos?
– Ahora sí, yo soy Ángel, soy RRPP de la sala. La verdad es que yo a ti si te conozco, al menos musicalmente, no veas qué fiestas me he pegado en las raves que montabais en la Cañada. Y qué quieres que te diga, tú siempre has sido el mejor, el favorito de las niñas además.
– Encantado Ángel, da gusto hablar con gente como tú. – dijo con el ego bien pulido intentando devolverle el halago.
Y desde ese momento Ángel se convirtió en su sombra, o como a él le gustaba llamarlo, “su Ángel de la guarda musical”.