«El fin último de la música es el perfeccionamiento del Alma».
Qué diferentes huelen las mañanas en el pueblo. No hay duda de que cada lugar, como cada persona, tiene una combinación especial de átomos que hace que su esencia tenga su propio olor. Y que ese olor es capaz de activar sensaciones guardadas en un nivel muy subconsciente.
En el fondo es igual que una melodía, una mezcla de variables que se integran en algún lugar abstracto para formar un nuevo elemento, vivo, etéreo, en constante evolución… Mientras se acerca a la puerta de la cafetería, concluye su reflexión pensando en que el olor a croissant a la plancha es el complemento perfecto para la mezcla.
La intensa bruma ha dejado vacías todas las mesas de la terraza, pero a él le encanta su textura mezclada con el café. Y seguro que la estampa le da un aire más épico a su reencuentro con su gran compañera. Aunque para él no hay nada más épico que verla aparecer envuelta con su pañuelo multicolor y su particular sonrisa, con ese caminar tan ligero y esa mirada tan auténtica. Y ese abrazo, que en un par de segundos transmuta cualquier resquicio de apatía.
Disfruta saboreando el café mientras Helena encauza la conversación con mucha soltura, como siempre ha hecho, obviando toda la información habitual que la gente suele abordar tras un “¿cómo va todo?”, para hacer una breve inmersión en su estado vital.
– La etapa reflexiva es muy importante, pero más importante es pasar a la acción, estar en el presente y fluir con los acontecimientos. Y a menudo quedan bastante lejos del plan, por eso ahora mi plan es que no hay plan, quedo con quien me apetece, si me apetece, voy organizando talleres y actividades según me viene la inspiración y, en definitiva, intento vivir en directo.
– Pero hasta los “live sets” llevan una preparación previa.
– Jajaja, que rápido eres, así que veo que hoy además de Vic ha venido Orfeo…
– No, no, aquí solo está sentado tu viejo compañero, que está encantado de poder pasar un rato contigo, al fin.
– Tienes tantas cosas que contarme… Y me vas a contar tan pocas.
– ¿Por qué piensas eso?
– No lo pienso, pero es mi forma de ir abriendo tus puertas.
– Ay Helen… qué listas y complejas sois, carallo.
– ¿Qué tal han ido tus últimos bolos? ¿Hay algo estimulante en el horizonte?
– Pues mira, hablando de directos, en mi última actuación decidí no planificar el set, finalmente me lancé a hacer un live y hubo bastante… improvisación.
– ¿Lo decidiste?
– Bueno sí, no sé, en realidad no fue una decisión, surgió.
– Entonces, una vez más, navegamos por la misma onda, compañero. Y ¿cómo fue la experiencia?
– Pues… extraña, compañera.
– Mmmm suena genial.
– Jajaja, no creo que genial sea la palabra.
– Yo creo que sí, pero no te escapes.
– Bueno la noche fue extraña en sí misma, o quizá el extraño era yo. Cuando me tocó empezar me dejé llevar y la experiencia fue bastante potente. No puedo recordar exactamente cómo hice las mezclas, pero tengo grabadas a fuego todas las sensaciones, me sentía conectado con la música y con la gente, con la energía del momento. Pero algo se cruzó, me desvió, me agarró e hizo que todo se volviera denso, hasta que… vomité.
– ¿Vomitaste?
– Sí, pero vomité emociones, energía.
– Guau…
– ¿Eso también te suena genial?
– Desde luego, me parece maravilloso.
-¿En serio?
– Tu manera de llegar hasta allí, de conectar, de purgar, de experimentarlo y de contarlo. Enhorabuena Vic.
– Gracias Helen, pero… ¿por qué?
– Pfff, conozco tantas personas que intentan alcanzar ese estado por mil vías y se les escapa. Incluso en sesiones con plantas de poder, casi todo el mundo ansía esa experiencia.
– ¿Sesiones con plantas de poder? Jajaja, Helen, pero yo estaba trabajando.
– Bueno esas sesiones precisamente son para trabajar también, y nuestro trabajo más importante somos nosotros mismos, más aún si eres artista
– ¿Por qué?
– Porque creas desde lo que eres…
Silencio.
– Y ¿en qué consisten esas sesiones?
– Bueno seguro que ya has oído hablar de la Ayahuasca, que se hizo famosa, pero el abanico es amplio. En esencia son sesiones en grupo, con un guía o chamán, en las que se realiza un viaje interior. La purga es uno de sus efectos más típicos, pero cada persona experimenta sensaciones diferentes, así que es mejor no tener expectativas. La música juega un papel muy importante, los ícaros son los lazos que se lanzan para elevar la energía, para sostenerla, o para que fluya… Igual ahora entiendes mejor lo que te ha pasado.
– Bueno, me parece súper interesante lo que me cuentas, y puedo encontrar el paralelismo pero… ¿cuál es la conclusión?
– La respuesta solo la tienes tú.
– Pffff yo creo que no, Helen, yo solo tengo preguntas.
– Entonces pregunta.
– ¿A quién?
– A tu corazón, a tus guías, al Universo… No importa cómo lo concibas. Lo importante es conectar.
– No sé cómo se hace eso, pero estoy dispuesto a intentarlo.
– Perfecto, entonces vamos.
El paseo se vuelve un estimulante juego mientras él intenta adivinar el rumbo de los pasos de su compañera. Juntos ya han recorrido todos los senderos posibles en el pueblo así que debería ser fácil intuir el destino. Pero al adentrarse por el interior de la arboleda empieza a sentirse desubicado.
– Helen… ¿No nos estarán esperando tus amigas brujas en una cueva para un aquelarre? A ver si al final voy a cumplir mi sueño de convertirme en un sacrificio humano jajaja.
– Qué graciosiño eh… Cuando estés preparado te llevaré a uno de esos, jajaja. Pero hoy vamos a un lugar más apropiado. Y no, nunca has estado antes, el pueblo nunca deja de desvelar secretos, pero hay que estar aquí para escucharlos.
– Así que me escondes secretos…
– Más bien te ayudo a descubrir los tuyos, compañero. Ya hemos llegado.
Una pequeña senda se cruza bajo sus pies y delata la presencia de una casa, perfectamente integrada en el paisaje. En efecto, no sabía que aquí había ningún camino ni mucho menos una casa, aunque tiene la extraña sensación de haber visto esa imagen antes. La intriga y la inquietud empiezan a invadirle a partes iguales.
– Algo me contarás, antes de entrar…
– Bueno vamos a conocer a Leire, es terapeuta, terapeuta energética.
– Ya… ¿y cómo sabes que Leire está en casa?
– Le dije que vendríamos.
– Bendita bruja…
Al acercarse a la puerta le invade una sensación muy extraña, una corriente magnética que le devuelve un fotograma difuso de aquel sueño en el que la niebla le envolvía al acercarse a otra puerta.
Esta vez tras la puerta aparece una mujer de gesto aniñado pero ojos profundos, que podría tener entre 15 y 1000 años. Por lo demás, su aspecto es bastante normal, sin coloridos ni abalorios, y sin ningún tipo de parafernalia mística. Ni gorro de bruja ni verruga en la nariz, claro.
– Bienvenido Víctor.
Pese a la naturalidad y sencillez del saludo, no puede evitar sentirse intimidado. Quizá sea su mirada, dulce pero antigua. Tampoco la entrada de la casa ofrece ningún tipo de seña de identidad especial, pero al cruzar el pasillo hacia el salón, una luz ligera y cálida empieza a envolver el ambiente. Lámparas de sal, velas, y una pequeña lumbre al fondo de la estancia. Plantas, piedras y algunos símbolos geométricos y pinturas étnicas terminan de dibujar el cuadro. Se siente ligeramente aliviado, quizá porque ya ha pisado en terrenos de ese tipo. Y también alentado, una vez más, por esa atracción hacia lo incomprensible.
– ¿Esto sí te lo esperabas así…?
Leire sonríe, relajada. Buen comienzo, ha debido leer en sus gestos… ¿o en su pensamiento? Sí claro, malditos trucos de brujas, siempre cae.
– Bueno en realidad no esperaba nada, ni si quiera sabía que iba a venir, jajaja.
– ¿No?
– No…
Helena también se mantiene sonriente y relajada, claro, ella es cómplice y él el bobo engatusado.
– Yo creo que sí, pero vayamos poco a poco, empecemos por lo mental. ¿Os apetece un té?
– En realidad yo había pensado en aprovechar y salir a ver el huerto, echarle unas fotos y si me permites hacer un poco de aprovisionamiento.
– Claro, tienes la puerta de atrás abierta y he sacado una lámpara por si necesitas más iluminación.
Menudo panoli está hecho. Helena se la ha clavado como ha querido, ¿de verdad le va a dejar solo en un sitio al que no sabe por qué ni a qué ha ido con una persona que no conoce de nada? Además era obvio que lo iba a hacer y él ni siquiera se ha parado a pensarlo para poder advertirla de que no estaba dispuesto. Y se hace el silencio.
– No te gusta la incertidumbre, pero no te preocupes, está todo conectado, y llevas tiempo esperando el momento.
– Perdona, Leire, es cierto que estoy un poco desubicado… ¿qué momento?
– El momento de descubrir, de avanzar. Pero tranquilo, solo hasta donde tú quieras.
– Vale… ¿y cómo lo voy a hacer? Es decir… bueno, Helena no me ha contado nada.
– Como te decía, podemos empezar por lo mental. Vamos a intentar darle forma a tus preguntas.
– ¿Preguntas?
– Eso es.
– ¿Sobre el futuro?
– Sobre el presente, tu presente.
– Ya…
– ¿Estás buscando alguna respuesta?
– Claro, millones, hay tantas cuestiones por resolver, es evidente que nuestro nivel de conocimiento es muy limitado.
-¿Nuestro?
– Me refería a los seres humanos…
– Jajaja, claro, podríamos conversar sobre los diversos planos de conocimiento a los que puede acceder el ser humano , pero creo que será más efectivo si nos centramos en ti.
– Ya… Me cuesta.
– Tú solo abre la puerta y deja que se manifieste.
– ¿Que abra la puerta?
– Eso es, sabes cómo hacerlo. No tengas miedo, es una energía paralizante. Abre.
– Bueno últimamente me siento algo confuso, y no comprendo… ¿Qué coño pasa conmigo?, ¿por qué me siento tan extraño?, ¿por qué no puedo terminar la canción?, ¿qué son esos sueños tan raros?, ¿y esos mensajes?, de dónde salió esa piedra…
El silencio comienza a hacerse sostenido mientras ella mantiene la mirada fija en él, o quizá a través de él, enfocada en otro plano.
– Ahora démosle paso a tu corazón.
– ¿A mi corazón?
– También quiere manifestarse, hacer sus preguntas y dar sus respuestas.
– Vale… Yo le doy paso.
– Perfecto. ¿Y qué dice?
– No sé, esperaba que me lo dijeras tú, la verdad.
– Lo cierto es que yo solo puedo ayudarte a escuchar…
Respira, pseudoaliviado. Leire se levanta y saca de un cajón una colección de cartulinas con formas geométricas de diferentes colores y las deposita en diferentes montones sobre la mesita.
– Elige una pieza que te represente a ti.
– Vale, que me represente… ¿en qué sentido?
– A tu estado actual. Decías que te sentías extraño, conecta con esa sensación y elige una pieza.
Su mente se dispara para intentar encontrar una respuesta válida a esa extraña ecuación con la que debe resolver cómo traducir un estado emocional a un color y a una forma geométrica.
– Recuerda, ahora le hemos dado paso al corazón.
Vuelve a mirar a la mesa y utiliza esa aclaración como una pista, dirige la vista al montón de piezas con forma de corazón y coge uno de tamaño mediano y color gris.
– Colócala en el suelo, donde quieras.
Hay bastante superficie disponible así que se levanta y recorre despacio el espacio para situarla justo enfrente pero casi en el otro extremo.
– Ahora elige una para tu canción.
Por un instante siente una intensa energía paralizante, de bloqueo, pero la rompe impulsivamente agarrando la pieza que queda más cerca de su mano izquierda, justo encima del montón, una forma difícil de definir que no parece representar nada en concreto, con bordes ovalados, de color negro.
– Muy bien… Puedes colocarla en el suelo también.
Esta vez no avanza demasiado, apenas se aleja un par de pasos para depositarla.
Se sienta mientras sigue mirando fijamente la línea recta que se traza entre su posición y las dos piezas. Leire le mira fijamente a él.
– Muy bien.
Ella se levanta y recorre sus pasos hasta situarse encima de la primera pieza, con sus dos pies a los lados. Se mantiene unos largos segundos ahí de pie, quieta. Después, hace un leve balanceo y sale de ese extraño pedestal, para repetir el mismo paso sobre la segunda pieza. Vuelve a sentarse.
– Coge una para tu Padre.
La frase le impacta pero de alguna forma no le sorprende. Esta vez no hay bloqueo pero sí un estremecimiento, muy profundo. Sin pensarlo coge una estrella, de tamaño grande y color plateado. No espera instrucciones, directamente se levanta y la coloca cerca, a un lado de la segunda pieza, la de la canción, creando un vértice con la pieza con forma de corazón.
Después de sentarse mira fijamente durante unos instantes y empieza a entender cómo funciona la dinámica. Es cómo llevar a un niño pequeño a pintar como terapia para que exprese sus traumas, pero con otra parafernalia. Pero en este caso no sabe muy bien cuál es el objetivo.
– Quizá no necesites muchas explicaciones… pero para avanzar es importante que integres lo que ya sabes.
– ¿Y qué sé?
Otra vez esa mirada, translúcida, y ese silencio.
– Que tu corazón queda bastante lejos en tu ecuación. Y que es el único que puede guiarte en este viaje, que tiene las respuestas, pero quizá tengas miedo de escuchar. El miedo cumple su función, pero hay que transcenderlo, y eso solo lo consigue el amor.
– Ya… ¿y la canción?
– La canción es tu nave, tu brújula, tu vehículo, no tu fin. Y además es tu maestra, o mejor dicho, tu lección.
– Ya intuyo quién es el maestro…
– Tu maestro eres tú. Así quieres que sea, así lo has elegido.
– ¿Yo lo he elegido?
– Tu alma lo ha elegido.
– ¿Cuándo?
– Antes, y ahora.
– ¿Antes de qué?
– De encarnar.
– Vale… Hablamos en términos de misión en la vida, de por qué estamos aquí, ¿no? Pero yo solo quiero entender qué me pasa.
– Lo que te pasa es la vida, Vic.
Otra vez ese estremecimiento. Esa frase ya la había oído antes. En el sótano. Y bajo el Roble del patio. Quizá en algún paseo por la playa. El temblor se convierte en angustia, y escapan lágrimas heladas que parecen convertirse en fuego. No quiere, pero no puede luchar. Los segundos se mezclan con las gotas y detrás huye un sollozo, ahogado. Y se estremece más y más. Y entonces posa la vista en esa estrella del suelo y respira, una y otra vez, mientras su corazón late y su mente niega.
– No, no, no lo entiendo…
– Pero puedes hacerlo.
– ¿Y cómo lo sabes? – No quiere pero su tono se vuelve defensivo.
– Porque tú lo sabes.
– Todo esto no es más que una enredadera sin sentido… ¿Qué tengo que saber?
– Que él está aquí, que te habla, y no solo él, muchos te guían en esta fase de tu viaje. Pero eres tú el que tiene que elegir, y avanzar, así él también lo hará.
– ¿Él?, ¿tiene que avanzar? ¿Y qué se supone que tengo que hacer yo, además de jugar con piececitas?
– Tu melodía perfecta.