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18 – Las Musas

«Hacer música significa poner a la naturaleza interna en armonía con la palabra creativa de la que proceden todas las criaturas».

El sonido del móvil se cuela bajo el manto onírico y le devuelve a la dimensión de su salón. Antes de ver la pantalla ya sabe que es Ángel. Decide dejarlo sonar, sin ni siquiera silenciarlo y aferrarse al tono para desperezar del todo sus neuronas. Esta vez el despertar es bastante más amable, las fuerzas parecen acompañarle y esa extraña sensación ha dejado paso a otra más conocida, el hambre.

Una buena ducha, un plato de pasta y un café… Y gloria bendita. Ya casi no recordaba lo bien que sientan los pequeños placeres de la vida, cuando el cuerpo los pide a gritos. Ni lo bien que se siente uno después de… eclosionar.

Decidido, se sienta en la enorme y desgastada silla del estudio, y una fila de pensamientos llaman a la puerta. La luz de la pantalla del móvil no deja de parpadear, no sabe cuántos mensajes esperan detrás. Y tampoco sabe si alguno tendrá relación con ella… La misteriosa dama de la cama, de la que no recuerda el nombre, ni la cara.

Solo recuerda su mirada, y su voz… cortante, susurrante, profunda… Implacable. Como un canto delirante que da vueltas y se repite, una y otra vez, que le agarra del cuello, y le muerde las penas.

Casi ni se ha dado cuenta de que sus dedos se están deslizando por los controles del Ableton, mientras su mente deshilachada solo jadea sensaciones, sonidos y latidos. Bendito trance creativo, perdido, desconocido, que consigue que olvide quién es, y qué fue aquello que se agarró a su inspiración, y se quedó pegado, absorbiendo la pureza de su esencia, bebiéndoselo todo.

“Esta vez no invites al juez a la fiesta” le dijo aquella tarde Lucía, mientras él le contaba que estaba creando un nuevo proyecto, y quería que fuera diferente. Y aquella misma noche, nació el maldito Toroid, el tema que lo cambió todo, dándole una posición privilegiada en charts, sesiones y listas de ventas, y condenándole a pasar los siguientes años dando ridículos saltitos para alcanzar un listón que quizá puso muy arriba. Aunque seguramente no fue él, fue ella, siempre ella…

Pero ha llegado el momento de derribarlo, de olvidarlo, de volver a inventarlo. De enterrar un hito olvidado, y crear un nuevo punto de partida. “Déjate llevar…” repite esa voz en su inconsciencia, enviando un calambre hasta el final de la médula, y un impulso creativo a su mente.

El teléfono vuelve a sonar, y de nuevo su estrambótico sonido rompe el encantamiento, y despierta la realidad. Y el sentido de la responsabilidad, que le hace suspirar y descolgar, para escuchar el discurso atropellado de Ángel.

Ostia tío, ya pensé que te habían abducido. Mira que te he visto hacer bombas de humo, pero ninguna como la de ayer; fue mirar para atrás y ya habías desparecido, ¡Si te dejaste la maleta! Aunque esta mañana ya no estaba… No veas que raye, la he buscado por todos lados, joder dime que sabes quién la tiene…

Guarda un segundo de silencio mientras observa la maleta depositada en su rincón habitual.

– Está todo en orden Ángel, no te preocupes. Fue una gran fiesta, espero que Fati lo pasara bien.

¿Tú? Pero si te fuiste sin ella ¿no? Buah qué locura, la verdad es que fue un desparrame. Pensé que esta vez te quedarías, se te veía cargado de energía eh… jajaja, por un momento pensé que te dejarías llevar por la magia de la noche. Pero bueno algo es algo, por lo menos conseguí sacarte unas horas de la guarida. Joder, no veas qué colocón me enganché, todavía estoy aterrizando. Vaya polvos mágicos que trajo la Bruja, creo que fuiste el único que no se deshizo con el hechizo. Ufff creo que Fati, o lo que queda de ella, está vomitando. Luego te llamo tío.

Mañana hablamos Ángel, descansad. Y dale un beso a Fati de mi parte.

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