«La Música es una de las revelaciones del arte más ciertas y precisas, como el intérprete de los más ocultos problemas de la naturaleza y de los poderes de la mente humana».
Un sonido inesperado se cuela en sus oídos al fin relajados en la confortable penumbra del sofá. Mantiene los ojos cerrados, buscando en su mente el origen, pero después de una pausa remarca su presencia fuera. El timbre. Lleva tanto tiempo sin escucharlo que se ha convertido en la sintonía de la sorpresa.
Vence sus dudas y se dirige a la puerta, esperando cualquier escena, menos esa típica expresión dulcemente desafiante de su hermana.
– Hola, Vic.
– Mei, qué sorpresa… ¿Habíamos quedado? – Ambos saben que la pregunta tiene muy poco de creíble, así que Meira sostiene su expresión y su silencio.
– Pasa, anda. – Apenas un atisbo de sonrisa y unos pasos decididos hacia el interior.
– Llevaba mil años sin adentrarme en tu cueva. Parece que todo sigue igual… pero no.
– ¿No?
– Bueno tiene otra atmósfera, claro está. Perfecta para ti supongo. ¿Cómo estás?
– Bien, todo está bien, ¿y tú? ¿Ha pasado algo?
– Han pasado muchas cosas, claro. Pero todo está bien, también. Aunque yo no te pregunto cómo está todo, te pregunto cómo estás tú.
Sabe que comienza una de esas batallas, y le ha pillado desprevenido. Mei siempre fue muy buena estratega, sabe cómo y dónde posicionarse para obtener la ventaja suficiente para no tener que pelear. Pero esta vez, después de unos cuantos días de desorden de la realidad, se siente algo más preparado para la improvisación.
– Yo me encuentro bien, aunque estoy atravesando una etapa de crisis creativa, o quizá no es una crisis, sino más bien una búsqueda.
Funciona. Lleva siglos sin profundizar en ningún tema personal en sus conversaciones familiares, así que este arranque de sinceridad tan directo logra que Meira baje la guardia y pierda posiciones.
– Vaya, no te negaré que me alegro de oír eso, buscar es muy importante. ¿Qué tal si me invitas un rato a tu estudio?
Esta vez sustituye la cafetera por la tetera. Todavía sigue ahí, en la esquina del mueble junto a la ventana, la cajita de infusiones de Lucía. Prevenido, intenta mantenerse inmune pero al abrirla el olor se cuela por sus recuerdos . Y por supuesto Mei lo nota.
– ¿Prefieres Té o Rooibos?
– Rooibos, a ver si encuentras por ahí uno de esos con especias… los que le gustaban tanto. – Opta por utilizar el comodín del silencio y un cambio de tercio más que justificable.
– ¿Qué tal están las fieras? ¿Dónde les has dejado?
– Están que se salen, ya sabes, la energía brota por sus poros como si fuera un volcán. Diego está en clase de breakdance y Adara de Aikido.
– Ojo… Hay que tener cuidado con esos dos que se quieren comer el mundo.
El sonido del agua hirviendo anuncia que ya ha llegado el momento de pasar a la siguiente fase. Y la verdad es que hay una chispa que convierte la situación en algo divertido y nostálgico, como cuando eran pequeños y estaban a punto de compartir algún juego.
– Perdona el desorden, hoy he estado aquí metido un buen rato.
– Ya veo… Te faltó ordenar los cables por colores, no sé cómo puedes trabajar así, jajaja.
Es cierto, Meira, como buena artista, tiene un concepto del orden bastante caótico. Cuando se planta frente a una de sus obras su único requisito es tenerlo todo a mano, lo que implica un montón de brochas, texturas y colores esparcidos por la mesa.
– Eso sí, quizá podrías armonizar un poquito el ambiente, que fluya la energía.
– ¿Qué energía?
– Pues la del espacio, está muy estancada hermano, es evidente. Te vendría muy bien una fuente y un poco de color.
– Interesante, ¿y qué color me recomiendas?
– Mmmm, no creo que bastara con uno solo. Veo que tienes algunos juguetes nuevos, y muchos objetos viejos. Y… ¿una piedra?
– Sí… ¿quieres cogerla?
– Jajaja, lo dices como si fuera un riesgo.
– No, bueno, solo es una piedra.
– Pero por algo la tienes, ¿no?
– Igual para saberlo tienes que asumir el riesgo.
– Ya… ¿tiene algo que ver con tu nuevo trabajo?, ¿la canción para ese sello tan importante?
– Pues. no lo sé, la verdad. Últimamente tengo pocas certezas, todo es bastante abstracto.
– Ya veo, ¿y cuál es el concepto?
– ¿Cómo?
– Sí, el de la canción, ¿de qué trata?
– Bueno, ya sabes, es techno, no tiene letra, ni ninguna temática definida.
– Ya, pero toda obra tiene un concepto. Y más si nace en una mente como la tuya.
– Sí, claro, lo difícil es llegar a identificarlo, y transmitirlo.
– Inténtalo, va.
– ¿Crees que existe la melodía perfecta?
– Para contestarte a eso tendría que saber si estamos hablando de tu canción o del homenaje.
– ¿Cambiaría la respuesta entonces?
– Al menos sabría cuánta dosis filosófica puede caber en esta conversación. Parece que más de lo que me esperaba, y eso me alegra, no creas. Pero no tengo mucho tiempo y hay una cosa esencial que quiero escuchar hoy. Y ya sabes cuál es.
El silencio se manifiesta, esta vez, lleno de ruido mental.
– Mei…
– Vic…
– No es un buen momento.
– Es el momento.
– No quiero discutir, de verdad.
– Pues no discutamos, y empecemos a organizar. Te echaré un cable, ya lo sabes.
– Joder, es que no lo quieres entender.
– ¿Entender qué, Vic? Dime, ¿entender que no quieres mirar dentro?, ¿que prefieres no afrontar la vida?
– No te pases, Meira. Realmente no sabes nada de mi vida.
– Mira, en eso estamos casi de acuerdo. Pero no necesito saber qué haces con tu tiempo para saber las cosas que no te quieres contar a ti mismo.
– Venga, coño. ¿Resulta que ahora eres psicóloga? ¿O es que te has leído uno de esos revolucionarios libros de autoayuda y necesitas ir por ahí regalando consejos?
– Me la pelan tus impertinencias, Víctor. En el fondo sigues siendo un niñato inseguro, por eso saltas a la defensiva. Pero además haberme leído unos cuantos libros de esos tan revolucionarios, estoy haciendo yoga y mindfulnes, así que no vas a conseguir que pierda mi centro.
– Pero tú sí puedes venir aquí a sacarme del mío, claro.
– Ojalá mi visita haya servido al menos para eso. Porque en ese punto en el que estás efectivamente ni se ve ni se oye nada. Tengo que irme, espero tu llamada.