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8 – Metrónomo

«Las nueve musas viven en una esfera atemporal, pues cantan sobre el pasado, el presente y el futuro».

El taxi se detiene ante la entrada, exactamente a las 13:59.

Aunque siempre le ha producido satisfacción su precisión, con Ángel es más bien un sinsentido consentido, ya que antes de entrar ya está seguro de que no le encontrará allí hasta pasado un rato. En realidad le reconforta tener ese margen extra de silencio, un último respiro sumido en su mundo acristalado.

Se sienta al final de la barra, ladeado hacia las mesas, y pide su tercer café del día. La atenta mirada de una chica morena sentada en la mesa de la esquina no le pasa desapercibida. Siempre ha tenido un sensor especial, aunque a menudo desea poder apagarlo.

Por su edad puede ser perfectamente una fan, o cualquier persona de la industria que le haya reconocido. O quizá tan solo es una chica mirando a un hombre que acaba de entrar en un bar.

El azucarillo le sirve de excusa para cambiar de tercio mental y empezar a plantearse qué cuestiones ocuparán su conversación con Ángel, si es que realmente hay algo de lo que hablar, y no se trata de otro de esos absurdos dogmas del manual del mánager profesional que le llevan constantemente a concertar reuniones que terminan pareciéndose  demasiado a una sesión de coaching pastoso.

Fija sus ojos en la pantalla que hay colgada al final de la barra, en la que varios tertulianos exponen datos acerca de rumores perseguidos por las autoridades chinas, y queda absorto en la tranquilidad del que solo mira, sin observar ni escuchar. Hasta que la estridente palmada en la espalda le devuelve a la convulsa banqueta.

Cómo estás, Vic. – No hay tono interrogativo. – Ya está aquí Ariadne, pensaba que os conocíais…

Claro, joder, por eso le miraba. Un incómodo silencio lleno de ruido se adueña de su cerebro, mientras ella le mira fijamente a los ojos. Tampoco parece sentirse cómoda, pero se mantiene impasible, mientras se acercan para sentarse junto a ella. Hasta que comienza a hablar, lenta y decididamente.

– Hola Víctor, soy Ariadne, redactora jefe de Metrónomo, encantada de saludarte y gracias por concedernos esta entrevista. Lo cierto es que sí nos conocemos, coincidimos en un debate de Madrid Clubbing Conference; también hemos hablado alguna vez por mail. Es lo que tiene el mundo digital, difumina la imagen de las personas… – Sonríe afable, por fin.

– Claro, Ariadne, disculpa el despiste, los miércoles grises a veces me nublan la mirada.

Ángel reprime una sonrisa de extrañeza ante el cruce de palabrería cursi.

Genial, pues vamos al lío. Adri… Ariadne, perdona, ¿quieres tomar algo?

Estoy bien, gracias. – Dice mientras señala un vaso con un líquido imposible de clasificar.

– ¿Víctor?

– Agua. – Nada más decirlo le entra un carraspeo que acaba convertido en ataque de tos y que desajusta por completo su vibración de autocontrol.

Mientras Ángel pide, ella se mantiene en silencio, alternando la mirada entre un cuaderno y la pantalla de un portátil diminuto que pasa desapercibido, con un adaptador enchufado a dos micros de corbata.

– ¿Vas a poder grabar aquí? – Acierta a decir, con más intención de romper el silencio que esperanza de escaquearse.

Ariadne demora nuevamente su respuesta. Finalmente sonríe.

Lo importante es que tú estés a gusto, ¿prefieres ir a otro sitio?” – Por algún motivo la pregunta le incomoda aún más.

No, tranquila, solo lo decía por la calidad del resultado. Siempre vigilando el sonido, ya sabes, deformación profesional.

– Tranquilo, Orfeo, el material es solo para mí…

Otra vez esa mirada, cargada de todo y de nada, de desconcierto, de descontrol. Por suerte, o por desgracia, Ángel aparece con una enorme jarra de cerveza en la mano, sin su botella de agua.

– …lo utilizaré para extraer el material con el que elaboraré el reportaje, solo en formato escrito, de momento.

Desvía su mirada hacia Ángel antes de comenzar una precisa y detallada descripción del proyecto.

– Metrónomo es un homenaje a la esencia que ha dibujado el perfil de nuestra escena, a través de un recorrido por la historia de la música electrónica de nuestro país. Un proyecto periodístico que en su primera fase colabora con 40 de los artistas más representativos de nuestra evolución electrónica, desde 1980 hasta 2020, hasta completar una serie limitada de 40 programas.

Para Orfeo hemos reservado el 2011, ya que fue el año en el que Beatport le otorgó el premio a mejor track por “Toroid”, además de su estreno en formato Live. Pero en la entrevista recorreremos toda su biografía, para plasmar su evolución hasta ese punto y su momento actual, observando desde una perspectiva histórica su vinculación con la escena.

Está totalmente seguro de que Ángel no sabe de qué va la entrevista, ni por qué la hacen, y  él tampoco… Sin duda debería haberse preparado. Sin previo aviso Ariadne vuelve a clavar su mirada en él:

Es una conversación espontánea, no hay preguntas cerradas, solo un guión, y no buscamos ningún dato en concreto, solo tu experiencia, y tus recuerdos…

No sabe cómo, pero lo consigue. Por fin la bruma mental se disipa y se pierde en el momento. Le intriga, incluso le motiva, saber qué narices quiere preguntarle. ¿Sus inicios?, ¿su opinión sobre la escena?, ¿cómo llegó al éxito el maldito “Toroid”? Joder, solo hace falta buscar en Google.

– Ok, pues cuando quieras.

– Nos adentramos en la recta final de esta aventura que comenzó su andadura con un viaje al pasado, a la década de los 80, con la llegada de los primeros sonidos electrónicos y de la música experimental. Justo cuando tú llegabas al mundo… ¿cuál es tu primer recuerdo musical?  

Los ojos de Ariadne se convierten en un túnel a través del tiempo. Rápidamente su mente impulsa una búsqueda de una respuesta a la altura de una gran historia electrónica, pero es demasiado tarde, ya que el corno di bassetto se abre paso desde lo más angosto de la cueva del recuerdo.

– El ‘Requiem’ de Mozart sonando en el salón, de noche, y yo escuchando en silencio desde el pasillo…

– ¿Qué importancia tuvo la música en tu infancia?

– Toda. – Silencio. – Toda la que puede llegar a tener… No recuerdo ninguna escena en mi casa sin música. Cada momento, cada escena, tiene su propia banda sonora.

– ¿Cómo, cuándo y dónde fue tu primer encuentro con el universo electrónico?

–  La primera vez que visité Puma Records, la tienda y distribuidora de un amigo de mi padre. Era 1991 y yo tenía 11 años. Las estanterías estaban plagadas de vinilos, igual que en mi casa, pero no reconocía ninguna de las palabras que los agrupaba. Cuando le pregunté a mi padre qué era el “Ruidismo”, que fue la que más me llamó la atención, los dos se echaron a reír. “Podríamos decir que es un estilo de hacer música, que experimenta con los sonidos, ¿Quieres escucharlo?”

Al principio me quedé muy impactado, aquello era el polo apuesto a las composiciones melódicas que solían acompañar mis días, como una excursión a un lugar prohibido y tenebroso, ese sótano al que nunca te dejan bajar solo, o el callejón más oscuro del barrio. Pero al cerrar los ojos me hipnoticé, y el miedo se convirtió en intriga, eso me cautivó.

Aquel día El Puma me regaló un disco de Esplendor Geométrico, “Comisario de la Luz”, y dejó una puerta abierta…

– ¿Cuáles fueron tus primeros pasos?

Siempre tuve acceso a muchos tipos de instrumentos, pero lo que realmente me fascinaba eran las máquinas, cualquier tipo de máquina que pudiera generar sonido. Después de unas cuantas visitas a “la pumera”, me conquistó la idea de poder crear a partir de otras creaciones, mezclar sonidos, y hacer canciones infinitas. Así que un día me dijo que si quería “traspasar el umbral” y tener un equipo. Entonces descubrí que al lado del mostrador había una puerta totalmente camuflada. Le acompañé dentro y descubrí una habitación cuadrada plagada de máquinas, con una cantidad infinita de botones y cables, altavoces, etapas, sintetizadores… Debajo de un sofá negro había una caja grande con dos platos de correa y una mesa de mezclas. Todo un tesoro para cualquier niño, pero no después de haber visto aquella nave espacial musical, que parecía venir de otro planeta.

Así que me propuse  aprender a mezclar rápido para dar el siguiente paso, no sé por qué pensé que habría una evolución lógica. Pensé que mi padre se sentiría decepcionado al ver que invertía el tiempo en mezclar canciones de otros en vez de componer al piano, pero nunca dijo nada… a menudo se quedaba de pie detrás de mí en silencio, escuchando, un largo rato.

 Cuando cumplí quince años me hicieron el mejor regalo que me han hecho nunca: un sintetizador Korg M1. Prácticamente se convirtió en mi única actividad de ocio, mi madre siempre andaba diciendo que eso no era normal en un chico de mi edad, pero mi padre solo sonreía en silencio. Me pasaba horas experimentando…

Por un instante se da cuenta de que su historia está plagada de detalles que nadie le ha pedido, y vuelve a plantearse el verdadero sentido de aquella entrevista pero Ariadne reacciona muy rápido, intentando que no se afloje el hilo.

– ¿Cuándo te diste cuenta de que querías convertir la música en tu profesión?

La música se convirtió en mi lenguaje, siempre me ha ayudado a expresar sensaciones y sentimientos que no puedo expresar con palabras, a compartir historias y experiencias.

– ¿De qué tipo?

– Recuerdos, momentos, pensamientos…

– ¿Por qué la electrónica?

– Es infinita.

– ¿Como el Universo?

– Sí…

– ¿Qué papel crees que juega la música en ese Universo infinito?

– Es su lenguaje natural.

– ¿De qué planeta viene el techno?

– De uno lejano y oscuro.

– ¿Te seduce la oscuridad?

Silencio.

¿Seguimos hablando de música?

Silencio. Ariadne sonríe y asiente despacio.

– Bueno el techno no es solo cuestión de oscuridad. Supongo que cuando alguien sale y elige una fiesta techno, quiere sentir emociones intensas que den salida a toda esa energía acumulada. Creo que se trata más bien de eso, de energía.

– ¿’Toroid’ fue también una cuestión de energía?

La pregunta va a parar directamente a la base del cráneo, ese lugar recóndito en el que se esconde la maldita migraña.

– Fueron muchas cuestiones claro. Conseguir plasmar los sonidos adecuados en un momento musical acertado, ser capaz de darle una identidad, un sello potente detrás, y mucha profesionalidad en todo el proceso de lanzamiento y promoción. Y por supuesto el público, al final ellos son los que bailan, los que compran, los que mandan.

 – Pero no eligen el título de la canción…. ¿fue una cuestión energética o matemática?

– Fue la conexión entre ambas.

Esta vez es él el que desata su mirada con una corriente de alto voltaje que llega de algún lugar muy recóndito de su mente. Ariadne no se inmuta, pero la coge al vuelo, y le concede una tregua.

– ¿Por qué decidiste apostar por el formato live?

– Poder probar ideas que surgían en el estudio directamente en la pista, experimentar, dejar que vivan y tomen su personalidad, antes de convertirlos en una pieza definitiva. Poder mezclar el pasado, presente y futuro de mi sonido, en directo. Un universo irrechazable.

–  ¿Sigues prefiriendo el dj set?

– Me permite contar historias más largas, profundizar, no hay límites…

– ¿Por qué no ha llegado todavía tu primer álbum?

– Supongo que es algo natural, es como preguntarle a alguien por qué no ha sido padre todavía… Hay cosas que nunca se deben forzar. Aunque no creo que se haga esperar mucho más, si te soy sincero.

–  Después de tantos años en la escena, ¿todavía mantienes retos profesionales o musicales?

Silencio.

-Sí.

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