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20 – Nada

«La causa de esos estados que acontecen al corazón mediante la escucha de la música, es uno de los grandes secretos del Universo».

De nuevo la pantalla, el proyecto abierto, y su soledad. “Pasar de pantalla”… Le encantaría, para que negarlo. Terminar la maldita canción, afrontar el homenaje de su padre con dignidad y… olvidar a Lucía. ¿Y después? Después… nada. El vacío, la ausencia, la sinrazón. Rumbo a ninguna parte, guiado por una piedra.

Lo cierto es que últimamente han pasado algunas cosas extrañas, que se empeñan en desordenar su conciencia. Como su encuentro furtivo con la dama de la cama. ¿Quién es?, ¿por qué desapareció?, ¿habrá dejado ella la piedra en su bolsillo? Ni un adiós, ni un nombre, ni un teléfono… Solo una piedra. Si es que de verdad esa chica, y ese polvo, fueron reales, y no había sido su desquiciada soledad la que se había follado a su imaginación durante aquel colocón.

Pero eso no explica lo de la piedra. Ni lo de aquellos mensajes tan raros en el móvil, por cierto. ¿El bombo que no suena? ¿Melodías que no se escuchan con los oídos? Y los sueños… Quizá está llegando ese temible momento en el que uno empieza a perderse en su cabeza, pagando las cuentas pendientes con las sustancias estupefacientes que tan dulces y efímeros momentos le habían regalado.

Quizá, quizá, quizá. Siempre quizá. Ni una puta certeza, ni un camino seguro. Solo la necesidad de terminar la canción, de encontrar la inspiración, un montón de incógnitas, y un bucle absurdo de realidad. Y eso es exactamente lo que trasmite aquel proyecto de canción, un cúmulo de elementos sueltos, que se juntan sin mirarse, para no decir nada.

Algo en su interior le impulsa a salir de sus pensamientos, y a intentar aferrarse a la acción. Mira hacia la ventana y, como de costumbre, su cabeza le regala mil excusas para no salir, pero esta vez decide no escucharse, aunque para eso sea necesario escuchar a otro.

Recorre la escasa distancia que le separa de su destino tratando de avanzar más rápido que sus dudas. Y, casi sin querer, le sonríe al viento, cuando finalmente cruza el umbral de aquella maltrecha puerta sin haberse dejado alcanzar.

– Vaya, que grata sorpresa, Vic. Aunque te confieso que te estaba esperando.

Como siempre, ¿no Puma? – Cruce de sonrisas, con sabor a desafío.

No exactamente, esta vez esperaba algo diferente. Y si no me equivoco tú también buscas algo diferente.

En realidad, no sé que estoy buscando.

Quizá te estés buscando a ti mismo…

Más bien busco inspiración.

En esencia es lo mismo, Vic. ¿Te apetece un té?

El jengibre se mezcla con el ineludible aroma a recuerdos. Como de costumbre, Puma aprovecha la ocasión para hacer sonar su maquinaria. Ningún otro rincón del planeta suena con la nitidez y autenticidad que tiene el Zulo, al menos para sus oídos. Y el bombo no tarda en mezclarse con palabras.

¿Sabes? Hace por lo menos un par de siglos, yo me adentré en la misma búsqueda, como tú, sin saberlo. En realidad, de alguna forma, toda nuestra vida está sumergida en ella, pero hay etapas en la que parece eclipsarlo todo.

¿Te refieres a la búsqueda de la inspiración?

Sí… al fin y al cabo la inspiración nace de lo que queremos expresar, y por tanto de la conexión con lo que realmente somos. Y todos, por nuestra condición humana, buscamos la inspiración, inspiración para vivir, para entender qué hacemos aquí, para escribir nuestra propia historia.

Claro, entiendo, pero realmente yo busco inspiración para componer… Llevo un tiempo un poco bloqueado, y tengo un proyecto importante.

– Y dime, ¿cómo llevas el proyecto más importante?

¿Te refieres al homenaje?

No, me refiero a tu vida, Vic. La vida puede vestirse con un montón de circunstancias, da igual si se trata de un reto musical, de un problema familiar, de una enfermedad. Lo que importan no son los hechos, es el mensaje, es la lección. Por eso nunca vas a encontrar la respuesta en tu razón.

Aunque siente el impulso de defenderse, de justificar el orden de su existencia, sabe que la partida está perdida. Así que deja que se sostenga el silencio, aún sabiendo que el callar, otorga.

La verdad es que me alegra que hayas venido, es una buena señal. Sé que no es fácil escapar de uno mismo, y a la vez mirar dentro, cuando se trata de avanzar. Es contradictorio, pero hay que dejarse atrás para encontrarse.

Sabes que siempre he valorado mucho tus consejos Puma, y que eres el primero al que recurro cuando se trata de música…

Vale, tú ganas, hablemos de música, ¿has traído algo que pueda escuchar?

Lo cierto es que no, tengo unas líneas trazadas, creo que hay buenos ingredientes, pero aún falta mucha cocción. El caso es que esta vez, me gustaría crear algo diferente, algo con esencia, que consiga algo más que unos buenos bailes en las mejores pistas o unas buenas cifras en ventas. Quiero expresar, no solo sonar, y quiero llegar más allá de los oídos. Trascender. Sé que suena bastante absurdo…

La mano de Puma se posa en su hombro, firme, cálida, en un gesto reconfortante y a la vez punzante, tan familiar, que le induce a un nuevo silencio.

– Es impresionante cómo la vida se encarga de colocar las piezas del puzzle… Como te decía, yo también atravesé una crisis de identidad, o crisis creativa, si prefieres. De hecho fue en una etapa bastante lustrosa de mi carrera, con la agenda llena todas las semanas. Pero siempre era el mismo circuito; y esos ingredientes que al principio me encantaban, la familiaridad, la esencia, la cultura de club, comenzaron a diluirse en algo más superfluo, artificial y mecánico. Y yo empecé a perder el ritmo, como si en algún momento mi plato se hubiera ralentizado y la mezcla empezara poco a poco a descuadrarse. Cuando reflexionaba acerca de esa sensación siempre acababa frustrado, ya que en la razón todo parecía estar en su sitio, pero el corazón solo marcaba el destiempo. No hay nada peor que no entenderse a uno mismo, por eso a menudo preferimos no atendernos.

El caso es que mi opción fue bloquear ese pensamiento y actuar como si todo estuviera bien. Porque estaba bien. Y hablaba más alto, bebía más copas, me ponía más tiros, intentando acelerar el ritmo para volver a cuadrar la mezcla. Noche tras noche, tema tras tema, el desazón me fue conquistando; todo estaba ordenado pero nada tenía sentido, solo sucedía, una y otra vez. Entonces, poco a poco, esa sensación se fue colando en mi música; las sesiones, en las que utilizaba los trucos de siempre, las mezclas de siempre, se apagaban. Yo lo sabía, y los demás también, pero todos fingíamos. Ya sabes que cuando a uno le meten en el cajón de “lo que mola” ya tiene que esforzarse poco. Cualquier concesión es aplaudida.

Pero eso solo lo empeoraba todo, ojalá alguien me hubiera preguntado antes qué me pasaba, qué le pasaba a mi música. Quizá así no me habría sumergido durante tantos años. Tantos que ya no pude salir. Porque un día, esa energía lo había cambiado todo, ya no había vuelta atrás, solo pérdida y nostalgia. Ese es el verdadero riesgo, que te acostumbres a estar perdido, que dejes de buscar el camino. Que asumas que ya no es lo mismo, que no eres el mismo, pero no te atrevas a descubrir quién eres.

Y así es como yo me perdí a mí mismo, en la misma búsqueda que hoy te encuentras tú. Pasé años echándole la culpa a la escena, a las nuevas generaciones, a los sellos que siempre había seguido y que solo publicaban discos insulsos. Después, quise llegar a la conclusión de que la música ya no me llenaba.

Recuerdo que una tarde tu Padre vino a verme, sin avisar. Entró muy silencioso, se apoyó en el mostrador y me miró sin quitarse las gafas. Aún así podía ver el brillo de sus ojos. Yo llevaba un día de mierda, o más bien una vida de mierda, y una vez más intenté disimular soltando palabras vacías sin parar. Él se mantuvo ahí, escuchando en silencio, con su mirada clavada. Solo pude rendirme y sin que él dijera nada comencé a darle todos los motivos por los que renegaba de mi carrera, y de la música. Después de respirar unas cuantas veces, me dijo: «Para el músico, la armonía es una metáfora. Para el filósofo, la música es una metáfora de la armonía que sustenta el Universo«.

En aquel momento no comprendí absolutamente nada, pero escucharle siempre me reconfortaba, tan profundo, tan lleno de sabiduría. Pero para mí poco tenía que decir el universo sobre mi distanciamiento con la música. ¿Te suena?

Como te digo, para mí ya era tarde, la rueda había seguido girando y yo ya estaba fuera. Apenas algún bolo al mes, que siempre me provocaba zozobra y una amarga tensión, y ningún objetivo nuevo al que mirar. El resto de la historia, ya lo conoces… El Zulo se convirtió en mi único refugio musical, y Dj Puma en una historia del pasado. Pero por suerte, a pesar de todo, he podido reconciliarme con la música, y casi me atrevería a decir que conmigo mismo… Para un viejo como yo es algo importante.

Bueno, supongo que también podría ser una etapa que terminó para dar paso a otra, ¿no? Quiero decir, la noche no es eterna, está claro que llega un momento en que todos tenemos que dejarla atrás, cuestión de edad o relevo generacional, es inevitable. Y muchos otros desaparecieron totalmente, tú estás aquí, manteniendo vivo uno de los rincones de culto a la música más importantes de la ciudad.

Argumentos racionales perfectamente válidos sí, pero siempre suelen ir acompañados de otra realidad que no estamos tan acostumbrados a descodificar, o al menos a expresar: los procesos del alma.

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