«La música y sus hermanas las artes, no son sino el ensayo para la entrada en la isla o en la montaña, que simboliza la mansión de las musas».
Una canción, sí, solo es una producción más en una larga colección, pero no puede evitar sentir presión, quizá porque lleva mucho tiempo esperando la oferta. Es lo lógico, lo justo. La temporada ha sido satisfactoria, con la agenda bastante llena y algunos festivales, fechas internacionales y la maldita Ibiza. Y eso que no hay lugar para el techno profundo en la Isla Blanca…
Pero Odyssey tiene su noche semanal en el K-3, un club «underground» que, al menos, está bien dotado en cuanto a sonido. Y no es para menos, tratándose de uno de los sellos más punteros del circuito europeo, y capitaneado por O.N.E., uno de los pocos artistas que se mantienen en su lista de referencias después de más de dos décadas. Realmente ha sido capaz de crear un sonido propio, una identidad musical reconocida y admirada por varias generaciones.
Siempre se ha preguntado cómo. Cómo lo ha conseguido, por qué logra marcar la diferencia. En una de las coincidencias en el backstage había sentido el impulso de preguntárselo. Qué absurdo… ¿Qué tipo de respuesta podía esperar?
El caso es que antes de que terminara la temporada de verano las encrucijadas de Ángel enviando promos con intermediarios y forzando encuentros en la tercera fase dieron resultado. La oportunidad de unirse a la familia Odyssey por una noche fue el eslabón que necesitaba.
El horario no era muy apetente y su nombre aparecía demasiado pequeño entre una larga lista de artistas que se apelmazaban en un puñado de horas. Pero sin duda era la llave para poder publicar un EP en ese maldito sello, que se había grabado a fuego entre sus causas pendientes.
Y así fue. En aquel live a media tarde pudo demostrar que su sonido se ceñía como un guante a la dinámica del sello. Dudaba si el mensaje había llegado hasta arriba, pero finalmente llegó aquel mail de Mauro, A&R de Odyssey y asistente personal de O.N.E.
Hacía tiempo que la efusividad no traspasaba sus poros, pero esa vez estuvo a punto de abrazar a Ángel; solo a punto, al final la energía se concentró en un puño cerrado y una palmada en la espalda. Suficiente para generar media sonrisa ladeada de su mánager.
“En realidad no entiendo por qué te ‘emocionas’ tanto. GHD Records lleva tiempo esperando que les mandes algo y sabes que todo lo que tocan lo convierten en ‘oro Beatport’. Pero bueno, ya tienes tu caramelo. No te enredes mucho, que nos conocemos. La temporada viene fuerte y ya deberías ir puliendo el álbum. Estaría bien que entrara para los premios del próximo año, necesitamos una nominación…”.
El volumen de la voz de Ángel siempre desciende progresivamente al adentrarse en su cabeza, aunque provenga de sus recuerdos; hace tiempo que ha desarrollado un sistema de regulación interno, casi subconsciente. Aunque Ángel no parece enterarse, o quizá le baste con escucharse a sí mismo. Horas y horas de palabras vacías…
Lo cierto es que, esté con Ángel o no, últimamente la conexión entre su oído y su mente solo responde a estímulos establecidos por bombos y cajas, a menudo, demasiado repetitivas. El ruido de su lavadora, el chasquido de la correa de distribución, la vibración del móvil… Todo se integra en ese pentagrama mental, que construye metódicas estructuras, siempre en clave techno. Todo puede encajarse en un sistema de transmisión sonora… Hasta que llega el silencio.
Muy real, se siente la presión, la obligación de pasar por un aro ajeno a la raíz del propósito. La otra cara de la música y conseguir hacerte oir