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26 – Penumbra

«Los mejores músicos son aquellos que intuitivamente observan el Libro de la Vida, pues contiene todas las proporciones, los acordes, las consonancias y las melodías».

Al despertar siente la cabeza pesada, aunque algo en su interior parece más ligero.

Ayer le prometió a Enrique que le visitaría antes de que acabara la semana y también tiene una cita pendiente con Ángel. Aún tiene que matizar la sesión para el Luxury y hacer algo de promo en las RRSS, así va a ser imposible avanzar con la producción… aunque sabe que el verdadero problema no es el tiempo.

Y parece que algo en su interior también lo sabe muy bien, tal y como confiesa su mirada en el espejo. Lleva bastante tiempo sin encontrarse consigo mismo, sin observarse. Para qué, o mejor dicho, para quién. Su aire serio y esquivo siempre había formado parte de su atractivo, “con ese semblante solemne tan embaucador”. O al menos eso repetía Lucía cuando decidía decorar ese silencio reflexivo que a menudo compartían.

Pero el soplo del tiempo ha modificado mucho el paisaje… los surcos de la seriedad empiezan a reflejar penumbra, y en su porte alto se nota el peso del alma a la espalda. O quizá solo es lo que él ve a través de sus gafas. Se sonríe, pero no se cree, y el gesto resulta bastante rocambolesco.

Acaba de convertirse en cuarentón y sabe que ese cliché roza los límites de los parámetros sociales asociados a la paternidad, a la vida en familia. Y está más lejos que nunca de ambos. Siempre ha creído que el reloj social, vital, funciona distinto para los djs. Que las noches envejecen más, pero cuentan menos, y que las largas horas en el estudio transcurren por una senda paralela al tiempo.

Pero llega el día en el que los números claman, y las matemáticas traicionan. Las arrugas se agolpan y la soledad se instala. Es curioso pero la reflexión sobre la paternidad ha estado mucho más presente en su temprana juventud. Ya de niño a veces imaginaba cómo sería él cuando fuera padre. Cuál sería su trabajo, a qué jugaría con sus hijos, si tendría mellizos también… Y según iba madurando mantenía conversaciones mentales sobre cómo les explicaría ciertas cosas en su adolescencia, con la promesa de no olvidarlo cuando fuera mayor.

Y claro que había imaginado cómo serían sus hijos con ella. Le alucinaba pensar cómo combinando dos elementos podría salir un número infinito de resultados. Algo mágico, impredecible. Pero pocas veces hablaron directamente sobre el tema, quizá ninguna. Para él era algo implícito, que llegaría con el tiempo, cuando fuera el momento. Para ella… quién sabe. Quizá ni se lo planteaba o quizá fuera un profundo deseo latente, esperando que lo regaran para florecer.

Solo recuerda una ocasión, poco después de morir su padre, cuando ella, tras unos días de retraso, le planteó la posibilidad de estar embarazada.

– Puede que el Universo y la tierra se hayan aliado para que la vida fluya.

– ¿Cómo?

– Pues que tengo dudas sobre si esto que siento es la vida en expansión.

Lo entendió pero siguió fingiendo que no, ganado tiempo de reacción. Al final la pregunta más torpe.

¿Estás segura?

– No… las dudas son eso, dudas.

– Ya… Pues tendremos que salir de dudas, ¿no?

No hubo más, solo una escueta confirmación de que el resultado del test era negativo, y de nuevo la pregunta más torpe.

– Vaya… ¿Tú te encuentras bien?

– Lo cierto es que yo me estaba preguntando lo mismo.

Una vez más no supo qué decir, mostrar su alivio no parecía lo más adecuado, pero seguro que fingir otra cosa tampoco. Se daba por hecho que si ella hubiese querido se lo habría planteado, ¿no? Era varios años más joven y andaba metida en mil proyectos. No parecía que la maternidad estuviera entre sus aspiraciones inmediatas, aunque es cierto que tenía mucha conexión con los niños, especialmente con sus sobrinos, los mellizos, que la adoraban.

Pero no estaba planificado, y no era un buen momento… aunque quizá aquel fuera el único momento.

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