«La astrología y la música son, después de todo, formas de explicar o dibujar los estados cambiantes del alma».
Siempre ha tenido la sensación de que el tiempo no tiene los mismos bpms en el pueblo, como si una mano divina bajara el pitch para subir la presencia de cada momento. Y transcurren los instantes entre andares y aromas, y los pensamientos se aligeran, se aletargan, para teñir la realidad de sensaciones.
Pero la prisa es insolente y recuerda que solo se trata de un suspiro, o de una inspiración, mejor dicho. Una bocanada de aire fresco, ligero y salado. Mañana a la 13h sale el tren de vuelta así que esta es la última comida, y está claro que Aurora no va a escatimar en ingredientes.
La mesa se llena de platos y colores, pimientos, mejillones, tortilla, caldo… Un festín para el paladar, y para el alma. Los mellizos corren alrededor como si fueran proyectiles en órbita, buscando el descuido para meter la mano.
– Vayan bajando de revoluciones, y lavándose las manos, jovenzuelos.
– ¡Tío Fer!
– El mismo que viste y calza.
Con su aire galante y una botella de orujo en la mano, Fernando se acerca sonriente, marcando presencia, con sus Ray-ban Aviator de los 60, tan parecidas a las que usaba su padre. Detrás, a unos metros, se aproxima el primo Mateo, más sonriente aún, que justo se cruza en la entrada con Lúa y sus nietas.
Ha pasado tiempo desde la última vez que vio a su tío, quizá en el último homenaje. El hermano pequeño de su padre, ya peina muchas canas, pero por lo demás parece que hubiera hecho un pacto con el tiempo.
– Hola, tío Fer. Te veo genial…
– ¡Y yo te veo, al fin!
Después del cálido abrazo, las palmadas en la espalda le sacuden todo el cuerpo, retumbando a regañina. Mateo en cambio no deja de sonreír lánguido mientras reparte besos, y Lúa miradas y abrazos antes de entrar directa en busca de Aurora.
– ¿Cómo va la cosa, súper dj?
El primo Mateo es de los pocos que resisten viviendo en el pueblo, aunque fue unos años a estudiar a Madrid siempre supo que su lugar estaba ahí, junto a la tierra que tan buenos frutos le daba.
Alguna vez salieron juntos por la capital, a un par de clubs por lo menos, y también le acompañó en alguno de sus primeros bolos. Aquel en una rave, en una nave abandonada; Mateo se tomó media pastilla por primera vez y estaba extasiado, no paraba de repetir que era el lugar más increíble en el que había estado, hasta que al llegar el amanecer la luz trajo la realidad sobre el panorama, y a la policía también.
Pero desde que había vuelto al pueblo se han visto en contadas ocasiones, y la conversación siempre comienza igual. Esta vez, lo que sí cambia es la respuesta.
– Creo que en realidad todavía no he conseguido ser un “súper dj”, primo, y quizá nunca lo consiga. Pero estoy contento, estoy creando algo muy importante para mí.
– ¡Venga, no sea modesto primo! Si veo por Facebook las fotos de tus actuaciones, una pasada, tanta gente… Claro, en Madrid estáis acostumbrados a la multitud, tanto que ya solo veis una masa.
– Puede ser…
– ¿Y qué es eso que estás creando?
– Una canción.
– ¡Ah, genial! Pues a ver si puedo escucharla antes de que te vayas.
– Eso va a ser difícil… todavía es un proyecto, no tengo una copia aquí.
– Bueno pues me la envías por el Facebook, que nunca recibo nada, jajaja.
– ¿Qué es eso que te tiene que enviar, primito?
Meira hace una de sus míticas apariciones felinas, sigilosa, sutil, pero siempre lista para saltar en el epicentro en el momento justo.
– ¡Mei! Estás guapísima, como siempre. Y se te ve en forma, no como al súper dj este, que tanta juerga le está dejando en la raspa. A ver si te lo traes más, entre fiestón y fiestón, cuando acabe su canción. Que aquí me lo llevo conmigo al horto y coge color y cuerpo enseguidiña, como las verduras. Os traje una buena bolsa de grelos y patatas, ya os lo repartís como buenos hermanos.
– Y, tu hermano, ¿qué tal está?
– Ese sí que se volvió urbanita, cada vez que viene de visita se le ve más estirado, jajaja. Pero le va muy bien, ya sabes, ascensos, comisiones, dividendos y todas esas cosas que maneja tan bien. La pequeña Bea ya es una chavala, siempre que viene revoluciona el gallinero.
– ¿Y tu corral…?
– Jajaja, el mío nada, alguna gallinita que entra y sale de vez en cuando; pero aquí me tienen todas muy visto.
En un extremo de la mesa se han sentado Aurora y Lúa, sin dejar de repartir miradas y gestos. En el otro, el tío Fer, dejando un espacio a su lado. Al aproximarse mira el hueco se queda levemente paralizado, mientras Mateo y Mei siguen con su animosa charla sentados en un lateral rodeados de las fierecillas.
– ¿No quieres sentarte a mi lado – Dice Fernando sin girarse
– Ya sabes que para mí es un placer, tío – intenta imitar su tono galante
– Pero…
– Por un momento he sentido que estaba ocupado.
Las miradas de todas las meigas allí presentes se deslizan sobre él, mientras Fernando sonríe apacible. Mientras se sienta vuelve a experimentar ese hormigueo, pero esta vez está cargado de entereza. Y sonríe, y levanta la mirada, y por primera vez en mucho tiempo no se siente acorralado, sino acompañado, y dispuesto a compartir.
– Qué buena pinta tiene todo, Ma, menudo festín. Nos vamos a poner las botas, no tendría que haber desayunado.
– Tú come y lo que sobre te lo llevas para Madrid, que tienes que cuidarte, andas todo el día trabajando.
– ¿Así que tienes mucho trabajo últimamente, Vic? – Pregunta solemne Fernando.
– No creas tío, más o menos como siempre, aunque cada vez es más difícil encontrar buenos bolos, hay mucha competencia y las nuevas generaciones demandan savia fresca. Ahora todo se mueve mucho por modas, ya no importa que seas bueno…
– ¿Ah, no?
– A ver, tienes que serlo, pero ya no se trata solo de eso. El marketing, la imagen, las tendencias musicales… Y también el carisma para conseguir que la gente te siga.
– Pero tú lo tienes, ¿no?
– Pues… no lo sé. Ni si quiera sé si lo quiero tener. En fin, para mí siempre se ha tratado de la música, nunca me he preocupado del envoltorio. Y no me siento cómodo, para qué nos vamos a engañar, teniendo que convertirme en un producto para poder contar mi historia. – Mei sonríe, y él le contesta con un guiño.
– Bueno, yo no entiendo mucho o nada sobre tu mundo, pero siempre he pensado que el carisma lo tienen aquellos que de verdad creen en su historia, los que no se preocupan por parecer, sino por ser.
– Sí, seguramente tengas razón, tío. Aunque no sé si los que manejan el cotarro piensan lo mismo, ya sabes.
– Cuando verdaderamente sabes quién eres, qué haces y por qué lo haces, las opiniones de los demás quedan al margen. Y es la vida quien se encarga de mostrar el resultado.
– Quizá no lo sepa del todo, y por eso estoy atascado.
– ¿Atascado con el trabajo?
– Sí, ya le he contado antes a Mateo que estoy haciendo una canción, una que es especialmente importante para mí porque llevaba tiempo esperando la oportunidad de publicar algo en ese sello.
– Y ya la tienes…
– Sí, pero quiero hacer algo especial, algo de lo que sentirme orgulloso.
– Eso está muy bien. Seguro que lo consigues.
– Gracias, eso espero.
– ¿Y vas a presentar esa canción en el homenaje?
El silencio se cuela travieso mezclándose con los sabores y las miradas, a las que atiende y responde una a una, sonriente.
– Bueno, ese es un tema pendiente y es evidente que este es el momento de empezar a resolverlo.
– Pues empecemos. – Interviene Meira con determinación.
– Vale, hermana. En la última conversación pensamos que quizá había llegado el momento de sacar a la palestra el tema fetiche de Papá, la música de las esferas, y convertirlo en el eje temático del homenaje, ¿no es así?
– Así es.
– Y Enrique se prestó a colaborar en toda la estructuración del contenido, en los posibles ponentes, etc. Y si no me equivoco tú tenías también una idea para desarrollar un concepto audiovisual.
– Sí, he estado tratando el tema con una antigua compañera de la carrera que se ha hecho bastante famosa en el mundo de la narrativa visual. Ella podría ayudarme a desarrollar el concepto que tengo en mente y adaptarlo al digital para que podamos usarlo como una proyección. Pero claro falta la pieza clave… La música.
– Vale Mei, qué te parece si seleccionamos algunas piezas musicales que estén vinculadas o representen de alguna manera el concepto de música de las esferas, y yo podría intentar hacer una composición en la que se vayan mezclando, casi como si fuera una sesión. Lo grabo con la duración que me digáis y os lo paso para que podáis hacer el montaje con las imágenes, o si prefieres podemos hacerlo al revés, me pasáis la parte visual y yo adapto la música según la intensidad.
– Es una buena idea, hermano. Y ¿qué te parece si en vez de grabarlo y proyectarlo lo hacemos en directo?
– ¿Cómo…?
– Sí, como cuando vas a tus actuaciones.
– ¿Te refieres a un live AV set?
– Pues no sé si me refiero a eso o no… jajaja. Pero creo que el concepto está claro.
– Bueno sí, pero los live, o directos, se hacen con música propia. Cuando mezclas música de otros son sesiones, aunque también se mezclan en directo, no van pregrabadas claro. Pero no puedo hacer una sesión con música clásica… Se escapa totalmente a mis habilidades, y a las de cualquier dj yo creo…
– Bueno, pues utiliza tu música. – Añade Aurora, con su dulce mirada clavada en las entrañas de su hijo.
– Ya Ma, pero mi música… está creada para otro público, para otro ambiente.
– Decías que con tu música querías contar tu historia, ¿no? Pues esta es tu historia. Y si tú consigues estar orgulloso de tu música, nosotros también lo estaremos, él también lo estará. Y eso es lo único que importa, como decía Fer, no las opiniones de los demás.
El estómago aprieta y el corazón se dispara, a más de 130 bpms. Así es como ha latido siempre su historia, a ritmo de bombo y caja, teñida de techno oscuro, veloz, intenso. Viajando entre el subsuelo y el cosmos, esquivando a la mayoría de los terrícolas que solo encuentran ruido en su melodía.
– Gracias, Mamá. Es muy importante eso que acabas de decir, y me siento muy… honrado.
– Entonces, ¿lo harás?
– No…
– ¿Cómo no?
– No sé si puedo…
– Claro que puedes, si quieres.
– No sé si quiero…
– Esa duda solo puedes resolverla tú, hijo.
– Vale Ma, la resolveré, te lo prometo.