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3 – Silencio

«Las Musas… cuyos corazones habitan en canciones, con un alma que desconoce la pena, a corta distancia del más alto pico del nevado Olimpo, donde se encuentran sus radiantes lugares de danza y las mansiones de su gozo».

El silencio empieza a pesar en el estudio, transformado en una sala herméticamente oscura ante el acecho de la migraña. De nuevo en pie, ya es momento de quitarse la ceniza de encima. Odia que el tiempo le coma terreno, siempre intenta ganarle la batalla al día.

Tras poner en orden la capa superficial del estudio y mordisquear torpemente una manzana, refuerza su empuje con otro café y se asoma de nuevo a la pantalla del Mac, dispuesto a «darle caña a las redes» tal y como ordena Angelito.

Bajo el alias Victorioso Es Poco se esconde un perfil privado, personal e insulso, reservado para su “otra” identidad, aquella que decidieron otorgarle sus padres al nacer. Víctor Valcárcel Barro, hijo de Elián y Aurora, nacido en Madrid el 22 de diciembre de 1980. Ese es, o era, él.

El skyline nocturno de alguna ciudad perdida y la sombra de una silueta que camina distraída disfrazan su ego privado ante el ojo del público. Su muro acumula vídeos, guiños y chistes malos de algunos colegas perennes; fotos furtivas e irreverentes de instantes olvidados , y el rincón de las lamentaciones, patrocinado por aquellos odiosos “Recuerdos de Facebook”:

Un día como hoy, hace 7 años…

Su mente predice la escena antes de que se apodere de su pantalla, y de su retina. Una estampa llena de colores anaranjados, con tintes oscuros, y una silueta avanzando hacia el horizonte, como si el océano que se extiende a sus pies no fuera ningún impedimento.

Sin perder la razón, caminemos la senda del corazón <3 con @LucíadeNocheydeDía.

Y lo peor es que Facebook llega tarde, ya que esa imagen se ha quedado atrapada dentro de un loop en el tiempo, y se reproduce sin principio ni fin en su subconsciente.

El tiempo siempre fue una de las metáforas favoritas de Lucía. Constantemente aparecía en sus frases, deformado, revertido, difuminado. Cuando escribía de verdad parecía que era capaz de manejarlo a su antojo, al margen de cualquier medida cuantitativa lógica, o, al menos, racional.

“Es solo un concepto relativo… Nunca dejes que el tiempo te domine”.

A veces, dudaba de si realmente entendía lo que le decía, o solo se hallaba sumido en una especie de encantamiento, preso de la poesía… dentro de una melodía.

El desconcierto era otro de los mejores aliados de aquel extraño ser, que siempre le resultó magnético, adictivo. Otra de las artes que dominaba era el silencio. Lucía, lucía más cuando estaba en silencio. Se hacía eterna, poderosa. Podía entrar y salir, convencer, seducir… Nunca la ausencia de sonido le había parecido más cautivadora.

Su nombre siempre sonaba a armonía. Ahora el silencio es tan diferente… suena a hastío, a decepción. Cuando la mezcla no cuadra, hay que ajustar la velocidad del plato que va a destiempo, encajar el ritmo, y hacer que la música vuelva a fluir, jamás bajar la vía, jamás el silencio.

Por suerte él siempre ha tenido el poder en sus manos. El sonido se desliza por sus dedos casi desde que comenzó a moverlos. Siempre puede ganarle la batalla al silencio. Solo que aquella vez no quería ganar, porque resultaba demasiado parecido a una derrota.

“Perder a veces significa liberarse…”.

¿De dónde sacaba toda aquella verborrea que parecía tan llena de sabiduría? Cuántas veces había pensado que todo aquello le sobraría, que anhelaba poder afrontar conversaciones importantes sin ensoñaciones ni alegorías. Cuántas veces se atrevió a mirarla a los ojos desde la distancia, desechando momentos y palabras.

Palabras, palabras y más palabras. Pero su lenguaje natural es el techno. Directo, conciso, efectivo. Cada sonido en su lugar, sin esa manía de inventar para expresar. No hay lugar para las interrupciones constantes, descuadres, saturaciones… Silencio.

Silencio, puede funcionar… Un par de instantes de ausencia, de nada. Esa tensión sostenida que anuncia la llegada de un buen bombo, redondo, imponente. Silencio. En el pensamiento y en aquel instante de la canción. Silencio en toda la composición.

Una tenue corriente de estimulante tensión sube por su médula hasta instaurar en su mente una reconfortante sensación perdida.

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